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Cochinos Cochinos
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Juanjo Francisco

La organización medioambiental Greenpeace ha puesto el dedo en la llaga y nos avisa de cómo está el percal: en Aragón hay más ganado porcino que en ningún otro territorio español y ya está por encima de la vecina Cataluña donde, tontín tonteando, han sabido endilgarnos la mugre de los cochinos y quedarse con el valor añadido de su explotación a gran escala. En román paladino: la mierda aquí, y la pasta -no toda- allí.Y todos contentos.

Más allá de esta reflexión un tanto chusca, y que afortunadamente ya no es tan literal como parece, está la advertencia de la citada organización medioambiental: hay un verdadero proceso industrial puesto en marcha alrededor de las macrogranjas porcinas que tanto abundan en el suelo aragonés y turolense. Toda actividad industrial va ligada siempre al riesgo de la desmesura, de la ganancia fácil, del aprovechar el momento y de que las consecuencias las asumamos todos. Porque sí, claro que hay consecuencias de esta actividad ganadera tan extensiva, y todas ellas tienen que ver con la calidad de vida, ese logro que tanto se persigue en las sociedades del siglo XXI y que, si en las grandes ciudades se asocia a vivir en las periferias, bien ventiladas y sin polución, en las zonas más despobladas vamos a tener que identificar con instalarse lejos, muy lejos, de una macrogranja porcina.

Si no se toman medidas  para evitar la sobreexplotación y, por derivación, se aplican estrategias que permitan obtener un beneficio económico más allá del que proporciona la crianza y engorde del ganado, por ejemplo, mataderos, que proporcionen desarrollo social y creación de puestos de trabajo en el territorio, los cochinos serán un problema serio.

No se puede estar en misa y repicando, decía mi abuela: si por un lado defendemos un Teruel que exhiba su patrimonio natural como reclamo turístico y, por otro, lo llenamos de macrogranjas y postes eólicos, no sabemos en qué demonios convertiremos la provincia. Por todo esto es necesario calcular bien y con mesura qué camino se quiere tomar y establecer límites legales claros a ciertas actividades. Si aquí nunca llegó el llamado desarrollismo salvaje no vayamos ahora a imitar lo que antaño dejó tantas secuelas malsanas.