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Desquite Desquite
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Juanjo Francisco

Este agosto que ha venido precedido de una calorina tan brutal nos lo quieren amargar entre unos cuantos, aviso. Cuando la mayoría del personal hace planes para tomarse el desquite de dos años y pico de penurias, restricciones y tristezas varias, los creadores de opinión y políticos metidos a tertulianos, por no hablar de las voces autorizadas del Ejecutivo, nos advierten de lo que está por venir, que promete ser amargo de narices.

La dichosa inflación se ha convertido en la canción del verano y a buen seguro que acompaña a quienes enfilan estos días las carreteras hacia las playas, en un recordatorio implícito de que hay que pasarlo bien sí o sí. El impuesto a la banca y a las energéticas se vislumbran como una gota malaya, apenas diluida por los excelentes resultados de la última Encuesta de Población Activa que está tan activa que ya se cansa uno de ese sonsonete que se escucha en muchos bares, restaurantes y terrazas sobre la imposibilidad de encontrar personal.

Si alguno de ustedes peca de ser un poco obsesivo, que tenga cuidado con la cerveza o el mojito por si se atraganta oyendo que luego, tras el tremendo calor, nos espera un invierno en el que los planes de ahorro energético nos obligarán a proveernos de una chaquetilla amorosa ya que la calefacción tendrá que marcar unos cuantos graditos menos. Y es que si el calor aprieta ahora, el frío volverá también a ponernos de los nervios. Todo parece ahora un incordio de vida, como si la pandemia, tan consistente y duradera hubiese inaugurado una época negra, negra, para la civilización occidental.

Con todo ello, no es de extrañar que este bendito mes, tan esperado por tantos, se desparrame entre horas de sueño, de vigilia buscada, de reencuentros en el pueblo, de verbenas atronadoras, de pedetes lúcidos y desfases varios. Hay que aprovechar el pájaro en mano porque el ciento volando ya no lo asegura nadie.

Suelten adrenalina, desquítense de todo lo sufrido no vaya a ser que un error de cálculo de Putin con sus botoncitos nos fastide el regreso.