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La gratitud La gratitud
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Tomasa Calvo

Hace poco escribí sobre los valores o virtudes que pueden mejorar el ejercicio de una profesión, lo que me llevó a preguntarme cuál es la virtud más connatural del ser humano o el valor que el ser humano debería ejercer, de forma natural, a diestro y siniestro. Al rato, me convencí de que esa cualidad o virtud, dada nuestra condición de seres dependientes y necesitados de los demás, no podía ser otra que la gratitud.

Gratitud viene de la palabra latina gratus que significa placentero, agradecido, y su raíz proviene de gratia que significa gracia o favor, y hacía referencia a la honra o alabanza que se debía a otro. Como decía Ciceron: “La gratitud no es la virtud más importante, pero es la madre de todas las virtudes”. Para los romanos la gratitud se identificaba con la pietas. Sin embargo, la comprensión de la gratitud como un valor importante, ligado a la devoción, el respeto y la obligación moral, tiene sus raíces en la tradición griega y en su visión de la vida en comunidad y en relación con lo divino.

El diccionario de la RAE define la gratitud como: “el sentimiento que nos obliga a estimar el beneficio o favor que se nos ha hecho o ha querido hacer, y a corresponder a él de alguna manera. Es una emoción que se traduce en el aprecio por lo recibido y el deseo de retribuir”. El agradecimiento tiene su origen en el reconocimiento y la valoración de las cosas buenas que tenemos en nuestra vida, ya sean grandes o pequeñas, de ello depende nuestra felicidad. Además, nos llena de paz y alegría, ayudándonos a apreciar lo que realmente importa.

La gratitud, en realidad, puede considerarse tanto una cualidad natural, como una habilidad que se puede cultivar. Como seres humanos, tenemos la capacidad innata de sentir agradecimiento, especialmente ante momentos de bienestar o satisfacción. Aunque, también es cierto que esa capacidad puede desarrollarse o, en algunos casos, quedar más latente. La práctica consciente, la reflexión y la atención plena nos ayudarán a fortalecer esa cualidad y a hacerla parte integral de nuestra forma de ser. Así que, aunque la gratitud puede ser natural en nosotros, también es algo que podemos potenciar y cultivar para vivir de manera más plena y positiva.

Para ejercitar nuestra gratitud basta recordar que se puede vivir en cualquier lugar y en muchos momentos del día. Por ejemplo, al despertarnos, podemos agradecer el nuevo día; al compartir con otros una actividad, podemos agradecer su compañía; al contemplar un hermoso atardecer, podemos dar gracias por haber disfrutado de su belleza (...). Podría resultar beneficioso llevar un “diario de gratitud”, donde anotar las cosas por las que dar gracias cada día, que nos ayudaría a tener una actitud de agradecimiento constante.

Sin embargo, parece que el hombre moderno se siente menos agradecido o le resulta difícil mostrarse agradecido por varias razones. La primera de ellas, podría ser, el constantemente bombardeo de información, metas y expectativas que nos hacen fijarnos en lo que nos falta o en lo que queremos conseguir, en lugar de valorar lo que ya tenemos. Otra razón, el acelerado ritmo de la vida y las presiones diarias que impiden apreciar las pequeñas cosas y los momentos susceptibles de gratitud. Además, en un mundo interconectado donde las comparaciones están a la orden del día, puede ser más difícil sentirse satisfecho o agradecido por lo que uno tiene, ya que siempre parece que hay algo mejor o más interesante en otro lugar.

Realmente, el hombre moderno piensa con facilidad que es autosuficiente y merecedor de su vida, de sus éxitos y de todo cuanto le rodea, olvidando cuánto de lo que tiene, como la vida misma, es un regalo que no puede dar por sentado. Se cree que solo él va construyendo su vida sin la ayuda de Dios, ni de otras personas, parece como si la vida se la hubiese dado él, e incluso, todo lo demás porque se lo ha currado. Reconocer esa dependencia y agradecer lo que recibimos puede ayudarnos a ser más conscientes de nuestra vulnerabilidad y de la importancia de la gratitud.

El verdadero agradecimiento arranca de lo más profundo del corazón del ser humano y es un indicador de la nobleza de corazón que nos hace mejores personas, por eso, dar gracias no es un mero formalismo social. Todos conocemos el refrán popular “es de bien nacidos ser agradecidos”, pero el agradecimiento no se produce en modo automático, hay que estar atentos para apreciar el favor recibido, y corresponder a él. Muchos damos gracias a Dios, a nuestros padres, maestros y a todos los que con pequeños detalles nos hacen cada día la vida más agradable. En definitiva, el agradecimiento es una demostración de que nos sentimos queridos, apreciados o tratados dignamente.

Al hombre moderno para ser agradecido le sería útil recordar, con humildad, que no todo en la vida es mérito propio, sino que muchas cosas nos son dadas, y eso nos invita a ser agradecidos. La época estival, en la que podemos estar más en contacto con la naturaleza, familia y amigos, puede ser un buen momento para darnos cuenta de todo lo que se nos regala: la propia vida, el aire que respiramos, el sol y las estrellas, el mar, la comida y sobre todo el cariño de nuestros seres queridos. Jesús García, escritor y periodista, afirmaba que el hombre podría definirse como un ser capaz de agradecer.

Para terminar, vale la pena considerar que la gratitud y la felicidad están intrínsecamente relacionadas, ya que la gratitud alimenta la felicidad y ésta nos motiva a seguir siendo agradecidos. Un buen filosofo decía que la felicidad radica en dar gracias, porque esta acción nos proporciona optimismo, esperanza y nos saca del ensimismamiento personal o de la tristeza. Cuando se practica la gratitud, uno se da cuenta de las cosas buenas, por pequeñas que sean, y esto le genera satisfacción y paz interior. Sin duda, el agradecimiento nos ayuda a fijarnos en lo positivo, a su vez, aumenta nuestra felicidad al disfrutar más del presente y reducir los sentimientos de insatisfacción. Cabe recordar a Chesterton, quien afirmaba: “(...) la gratitud es la felicidad duplicada por la admiración”. La receta para ser felices es clara, dar gracias por todo y no ser necios de creer que todo lo merecemos o lo podemos exigir. Mi deseo es que nunca nos cansemos de dar gracias por lo grande y lo pequeño de nuestra vida incluso en medio de las desafíos del mundo moderno. Gracias por haber llegado hasta aquí.