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La primera cruz de los caídos, un monumento franquista La primera cruz de los caídos, un monumento franquista

La primera cruz de los caídos, un monumento franquista

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Serafín Aldecoa

De los numerosos restos franquistas que todavía permanecen en el viario de Teruel capital y en los municipios de la provincia contraviniendo la Ley de Memoria Democrática de Aragón, hay uno que ha sido objeto de cierta polémica recientemente entre los grupos políticos del Ayuntamiento de Teruel: la cruz de los caídos instalada la Plaza del Seminario, dedicada –cómo no- a otro obispo de Teruel: Francisco Pérez Prado y Cuesta (1732-1755), hecho que much@s desconocen.

Pues bien, sin entrar en debates políticos con ciertos sectores neo franquistas, que los hay en el Consistorio teóricamente democrático de Teruel, vamos a exponer los hechos históricos que no son opinables, sino que sucedieron realmente y que justifican el que digamos que dicho monumento es una obra franquista, realizada por la dictadura implantada en España al acabar la Guerra Civil, para homenajear y recordar solo y exclusivamente a aquellos caídos del bando franquista (los llamados “mártires de la cruzada”) y no a miles de españoles que también perdieron la vida en dicha contienda.

Este homenaje se inició en plena guerra con la publicación del decreto de 19 de noviembre de 1938, para recordar la muerte del creador de Falange Española, el partido fascista, José Antonio Primo de Rivera. En sus disposiciones, se establecía ya el Día de los Caídos (al principio fue el Día del Dolor), esto es, a partir de entonces se homenajearía a los fallecidos en la guerra como mínimo el día 20 de noviembre. Todos ellos, claro, pertenecientes al bando franquista exclusivamente, los “otros” no contaban.

Es más, la Iglesia católica, desde el principio se mostró colaboradora con la dictadura franquista y, entre otras cosas, prestó las paredes de sus templos para que en ellos figurasen los listados de los “caídos” en el bando franquista que concluían siempre con esta frase “¡José Antonio Primo de Rivera. Presente!”. Los muros de las iglesias de toda la geografía española se llenaron de placas con esta leyenda digna del olvido.

Y es que a partir de 1939, cuando acaba la Guerra Civil, se instala en España una cultura de victoria por parte de los vencedores que se prolongará a lo largo de décadas hasta la muerte del dictador Franco y años posteriores. Una muestra es la aparición de la figura del “víctor” en numerosas fachadas de inmuebles oficiales que nos recordará continuamente quiénes ganaron la contienda fratricida.

Pero no solamente el “víctor”, ese recuerdo se concretó en toda España con la elevación de miles de monumentos en pueblos y ciudades de todo el país, especialmente cruces. Bajo el control de las autoridades franquistas, el mito de los “caídos por Dios y por España” fijó la dicotomía entre  buenos, solamente los católicos, y malos el resto de españoles, insistiendo en este mantra desde escuelas, medios de comunicación… Recomendamos aquí la lectura del libro de Miguel Ángel del Arco “Cruces de memoria y olvido. Los monumentos a los caídos de la Guerra Civil española (1936-2021)” editada por Crítica recientemente.

En la capital con la Batalla de Teruel (BdT) finalizada el 22 de febrero de 1938, prácticamente concluye la guerra y a partir de entonces se va a empezar muy lentamente la reconstrucción de la ciudad primeramente de forma individual y privada, y más tarde bajo la dirección del programa de Regiones Devastadas así como la construcción de la memoria franquista.

La destrucción del casco urbano de la ciudad fue enorme y uno de los inmuebles que había que recomponer o construir de nueva planta era el Seminario, el último reducto en el que el ejército franquista resistió el ataque del ejército gubernamental durante la BdT. Esta fue la principal razón por la que las ruinas del Seminario se convirtieron para el régimen franquista en un nuevo Alcázar, un símbolo de la resistencia numantina frente a la “barbarie marxista” de tal manera que un concejal del Consistorio turolense, comerciante e industrial, henchido de ardor patriótico, hizo una propuesta a principios de febrero 1940 al pleno del Consistorio turolense para “que se solicite la declaración de Monumento Nacional toda vez que a su amparo se yergue la cruz de los caídos por representar un símbolo para la ciudad y su epopeya".

Tal como se aprecia en la fotografía que aparece en este artículo y como hemos dicho, por estas fechas se había construido ya una primera cruz de los caídos posiblemente de madera, de gran tamaño en la deteriorada fachada oeste, la que da a la vega del río Turia, aprovechando un contrafuerte del edificio, y en su parte inferior se situó el símbolo de la Falange con el yugo y las flechas además de la palabra “Teruel” con grandes titulares.

Pero esta cruz fue provisional, ya que no se sabía realmente qué hacer con las ruinas del Seminario porque la propuesta del edil no prosperó, si conservarlas o sí acabar con ellas derribando los restos de los fuertes muros que todavía permanecían en pie. Lo cierto es que fueron valladas en un intento de protegerlas.

José Manuel López Gómez “(La arquitectura oficial en Teruel durante la era franquista (1940-1960)” editado por el Instituto de Estudios Turolenses en 1988 y autor  de una tesis sobre este tema, apuntaba que "en las ruinas el Seminario se recrearán los mitos del sitio y del martirio, del monje y del soldado, de la cruzada contra el infiel (...) Las ruinas serán utilizadas como elemento propagandístico por el franquismo en el que se ponga de manifiesto la "acción bárbara y destructora del enemigo" y “una justificación del Alzamiento bélico contra la República..."

Los restos eran mostrados y exhibidos públicamente ante los visitantes, algunos de los cuales fueron "ilustres" como el caso de Carmen Polo "de Franco" y su hija que pasaron tempranamente por Teruel, a mediados de 1940, mientras que su marido, el "generalísimo" (las comillas son por su estatura en relación con el nombre tan largo) se hizo de rogar porque aún tardaría 13 años (1953) en visitar la ciudad que había adoptado y declarado "abnegada y mártir. También faltarían unos ocho años para la construcción de la cruz de los caídos definitiva.