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Autista Autista
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Elena Gómez

Tullido, subnormal, tarado, mongólico, deforme, loco, lisiado, bipolar, paralítico, oligofrénico, impedido, paranoico… autista.

Todas estas palabras están incluidas en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, y detrás de ellas existe una realidad humana y social que nos lleva a pensar en marginalidad y aislamiento. Son palabras que se evitan cuando se deben utilizar, es decir, dentro del contexto la diversidad, la inclusión y la igualdad. Sin embargo, salen de nuestras bocas con sentido peyorativo, y eso es imperdonable. Como ya he comentado en otras ocasiones, el lenguaje es un ser vivo y dinámico, difícil de controlar, por lo que debemos poner especial cuidado cuando lo utilizamos. Aun así, en términos coloquiales, debemos ser flexibles y entender que abandonar ciertas coletillas es complicado para todos. Pero lo que me resulta inexplicable es que aquellos que tienen una vis pública, que pagan cantidades desorbitadas en asesoramiento de imagen, utilicen estas palabras para insultar a sus rivales. Tengo bilis en la boca desde que escuché al nuevo líder de la oposición llamar autista al Presidente el mismo día que acababa de recibir el 99% de los avales de su partido para ser una posible alternativa. Una persona que parece haberse ganado la confianza de sus militantes y de parte de la sociedad por ser moderado y cabal.

Las palabras importan, son capaces de herir y de curar. Los trastornos mentales, así como las distintas discapacidades se merecen respeto y que se ofrezca una visión positiva de estos colectivos por parte de los poderes públicos y los representantes sociales. Y cuando se yerra, las disculpas deben ser públicas y notorias, no una simple llamada telefónica a una sola entidad para decir que "no hubo intención de ofender". Sí la hubo, se quería ofender pero se utilizó el término incorrecto, dañando la imagen de quien no se debía.

Nos parece que hemos avanzado mucho en la consecución de los derechos de los más desfavorecidos y, con todo, no podemos bajar la guardia porque siguen quedando reminiscencias de un pasado que no queremos que vuelva. Por eso, seguiremos llenando páginas enteras con cosas que, a priori, parecen leves pero no lo son.