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Elena Gómez

Por fin ha llegado la ansiada fecha, el último día de este fatídico año. Cuando empezó, no podíamos imaginar que las cosas serían peores que en 2020, el periodo más surrealista de nuestras vidas. Su hermano, 2021, ha sido como una apisonadora, nos ha arrastrado por el fango en muchas ocasiones y con fenómenos impensables como una súper-tormenta de nieve o un volcán.

En lo personal, el recuento tampoco es bueno. Pesan mucho las malas experiencias y las peores noticias. Pero un día como hoy, mi carácter positivo impera sobre el desánimo y prefiero plasmar sobre el papel las cosas buenas que me han pasado, apartando para siempre las vivencias ingratas de los últimos 12 meses.

2021 ha sido el año en el que sentí que podía volar a cinco centímetros sobre el suelo, vencí mis complejos y me vi capaz de hacer o decir cosas imposibles hasta hoy. Ha sido también el tiempo de nuevas ilusiones, de sueños cumplidos como el de poder ponerme delante de un micrófono para hacer algo muy parecido a la radio. Además, gracias a mi incursión en el mundo del podcast, he conocido a personas maravillosas, y algunas de ellas ya tienen la categoría de buenas amigas.

He tenido la oportunidad de volver a toparme con quienes nunca debieron marcharse de mi lado, de aprender cosas nuevas en mi oficio de “juntaletras”, de conocer a mis lectores y recibir un cariño que no sé si merezco. He celebrado dos ferias del libro y he compartido momentos inolvidables con compañeros a los que admiro profundamente. Y he sido capaz de vencer el bloqueo creativo para seguir ofreciendo lo que mejor sé hacer: escribir.

Ha habido reencuentros con los de siempre, aquellos a los que tuve que dejar de ver durante los peores meses de pandemia. También ha habido abrazos, cautelosos pero intensos. He dicho más que nunca "te quiero". Y he comprobado hasta qué punto soy fuerte y puedo con los peores envites de la vida, y que el miedo se puede vencer con amor y esperanza.

En mi lista de fin de año he tachado todo lo malo, dejo atrás las despedidas y los desengaños, y enfrento el dolor con serenidad y un poquito de valentía. Hago balance y me quedo con lo bueno, con la vida que, al fin y al cabo, es maravillosa. Feliz 2022.