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Las conclusiones, cuando llegan, son papel mojado. No tienen consecuencias jurídicas, ni apenas repercusiones políticas
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Elena Gómez

En una cosa le voy a dar la razón al presidente del Gobierno. Las comisiones parlamentarias de investigación en España son un circo.

En teoría, son uno de los instrumentos más nobles de la democracia. Se crean para esclarecer responsabilidades políticas y arrojar luz sobre escándalos que indignan a la ciudadanía. Pero en la práctica, se han convertido en un circo financiado con dinero público donde los payasos fingen buscar la verdad mientras ensayan la defensa de su partido.

Cada vez que estalla un caso con implicaciones políticas, los grupos parlamentarios se apresuran a exigir “una comisión de investigación”. Es un gesto eficaz de cara a la opinión pública, transmite firmeza, compromiso con la transparencia, voluntad de depurar responsabilidades. Sin embargo, no sirven para nada más que para ocupar titulares durante unas semanas. Las conclusiones, cuando llegan, son papel mojado. No tienen consecuencias jurídicas, ni apenas repercusiones políticas.

Las comparecencias se orientan a reforzar la versión del partido dominante, las preguntas se utilizan como armas arrojadizas y los informes finales se redactan como manifiestos partidistas. Así, lo que debería ser una herramienta de fiscalización se convierte en una prolongación del enfrentamiento político. El resultado es previsible, cada grupo aprueba su propio relato y el ciudadano, una vez más, asiste frustrado al circo de la nada.

Todas acaban del mismo modo, con conclusiones contradictorias, sin responsables claros y con los protagonistas políticos saliendo ilesos. Nadie dimite, nadie asume errores, nadie rectifica. Y, pese a todo, siguen proliferando. Porque su valor no está en la verdad, sino en el espectáculo. Permiten a los partidos marcar agenda mediática, atacar al adversario y ganar tiempo mientras el escándalo se diluye. Son una manera elegante de aparentar que se hace algo mientras no se hace nada.

Las comisiones de investigación son un monumento a la inutilidad política, un recordatorio de que en este país la transparencia se exige, pero no se practica.