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Culpables

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Elena Gómez

Esto está siendo muy duro. A estas alturas, todos tenemos, en mayor o menor medida, dramas personales que nos están provocando cansancio, hastío, miedo e irritabilidad, siendo capaces de pasar por todos esos estados de ánimo en tan sólo unas horas. Mientras se vislumbra ese futuro esperanzador que nos han vendido esta semana, la crispación va creciendo dentro de nosotros. Y, aunque algunos intentamos mantener la calma, es comprensible que estemos, como suele decirse, muy quemados.

Cuando esto ocurre, solemos buscar culpables para todo lo que nos pasa. Darle forma a esa causa abstracta que nos devuelve cosas negativas en todo lo que pretendemos, nos facilita la asimilación de la adversidad. Por eso, en situaciones de crisis como esta, se generan corrientes de pensamiento en la que colectivos de identidad indefinida se convierten en héroes o villanos de la historia.

Las decisiones políticas que se están tomando pueden ser más o menos justas, según nuestro punto de vista, y muchas veces no consiguen los resultados esperados. Pero me preocupa mucho que la opinión pública esté desviando el foco hacia aquellos trabajadores que las ejecutan, simplemente cumpliendo órdenes.

Entre los funcionarios hay de todo, como en todas partes, y si no somos atendidos de forma correcta, existen mecanismos legales a nuestra disposición para intentar corregir el problema. Pero me consta que la inmensa mayoría procura desarrollar su trabajo con diligencia y, en situaciones como esta, incluso dejándose la piel. En estos momentos sentimos a la Administración muy lejos y es lógico que nos parezca absurda la falta de disponibilidad en diferentes ámbitos. Pero cargar las tintas contra unos empleados que se están viendo obligados a cerrar sus oficinas y a trabajar desde casa, no es la solución. Ellos no son los villanos de esta historia.

Ampliemos nuestra perspectiva, actuemos con responsabilidad y seamos capaces de reclamar nuestros derechos con asertividad, dirigiendo las quejas a quienes han decidido que nuestra vida administrativa se haya convertido en un laberinto sin salida. Si dejamos de poner zancadillas por abajo y colaboramos los unos con los otros, el final del túnel será más luminoso.