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In corpore sano

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Elena Gómez

Las personas con algún tipo de discapacidad no parecemos encajar mucho en la era de la vida sana, el fitness y el culto al cuerpo. Nuestra complexión no es precisamente la que marcan los cánones de belleza actuales, a excepción de algunos deportistas paralímpicos que esculpen sus músculos a golpe de duro entrenamiento.

Sin embargo, hay una parte de nuestras vidas de la que poco se habla en los medios generales. Nosotros también vamos al gimnasio, trabajamos muy duro para mejorar nuestra calidad de vida y frenar los efectos de aquello que nos ha llevado a formar parte de este colectivo. La fisioterapia es imprescindible en nuestras vidas.

En concreto, yo necesito varios tipos de terapias para poner a raya a una enfermedad degenerativa devastadora. Para empezar, es fundamental mi entrenamiento respiratorio para que los músculos implicados en esta función vital no queden atrofiados. En segundo lugar, los ejercicios semi-pasivos en las extremidades permiten mantener la flexibilidad necesaria. Y por último, los masajes evitan el dolor en las fuertes contracturas que me produce la inmovilidad continuada.

Todo esto, que es prescripción médica desde que somos diagnosticados, casi nunca está cubierto por el sistema público sanitario. Para completar algunas de estas rutinas también sería importante contar con piscinas terapéuticas, cosa que hoy por hoy no existe en la provincia de Teruel. Aun así, en los últimos tiempos estamos viviendo una pequeña apertura a la comprensión por parte de algunos hospitales y, de vez en cuando, recibimos “en seco” unas sesiones de recordatorio.

Por lo tanto, no nos queda más remedio que recurrir a profesionales privados o hacer lo que podemos en casa. Porque es evidente que no todo el mundo se puede permitir sesiones de fisioterapia todas las semanas. Por fortuna, algunas asociaciones nos echan un cable económico para abaratar las sesiones. Y los fisioterapeutas que nos tratan procuran hacernos precios adecuados para que no perdamos el hábito.

Por eso, cuando se percaten de nuestras deformidades, recuerden que nosotros también trabajamos el físico, pero no por razones estéticas o condicionamiento social, sino por una simple cuestión de salud.