

Hay algo que me resulta insoportable: las per- sonas que se quejan de absolutamente todo, a todas horas, en todos los lugares... pero jamás hacen nada. Se in- dignan en el bar, en la sobre- mesa familiar, en la cola del supermercado y, sobre todo, en redes sociales. Son exper- tos en señalar lo mal que está el mundo, pero cuando llega la hora de mover un dedo, de- saparecen. Lo suyo es la queja como pasatiempo.
No me malinterpreten: no digo que esté mal indignarse. La indignación es sana, es el punto de partida de muchas luchas. Lo que me molesta es la incoherencia. Es como pre- tender ganar una carrera sin correr ni un metro, solo por- que gritaste desde la grada.
Yo, en cambio, no sé vivir en esa contradicción. Si algo me parece injusto, lo enfrento. Si hay un procedimiento, lo uti- lizo. Si hay una puerta, la toco. No porque me crea una heroí- na, sino porque creo que las co- sas cambian cuando se trabaja para cambiarlas. Eso es algo que desgasta mucho, pero al menos puedo dormir tranquila sabiendo que no me limité a despotricar mientras esperaba que otros hicieran el trabajo.
Lo más irónico de todo es que esa gente que nunca hace nada luego se beneficia de los logros conseguidos. Reclaman derechos que no pelearon, ce- lebran avances que nunca de- fendieron y se montan al carro del progreso como si hubieran estado en primera fila de la ba- talla. Y, aun así, tienen la des- fachatez de seguir quejándose.
La queja sin acción no es valentía. Es un desahogo ba- rato, un ejercicio de victimis- mo cómodo que no transfor- ma nada. Lo que transforma son las acciones: denunciar, organizarse, participar, levan- tar la voz donde de verdad im- porta, no solo donde queda bonito.
Así que, si tu gran contri- bución a la justicia social es poner un tuit incendiario des- de el sofá mientras otros ha- cen el trabajo, no te engañes: no eres un luchador, eres pú- blico de galería. Disfruta el es- pectáculo, pero al menos ten la decencia de no aplaudirte a ti mismo. Porque mientras tú lloras en bucle, otros estamos demasiado ocupados inten- tando cambiar lo que tú solo sabes criticar.