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Superioridad moral Superioridad moral

Superioridad moral

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Elena Gómez

A veces pienso que soy yo la que no termino de enterarme de nada. Quizá me quedé estancada en los libros de Teoría Política, Derecho Constitucional y Economía que utilizaba en la Universidad, pero tengo entendido que ser de izquierdas o de derechas es solo una cuestión de cómo entendemos el funcionamiento de la economía de un país: desde un Estado intervencionista y protector de las políticas sociales, hasta una economía de libre mercado y oportunidades.

Sé que he dado una definición muy simple, el espacio de esta columna no me da para más. Sin embargo, creo que es suficiente para que nos percatemos de que todo lo que acompaña, según las corrientes de opinión actuales, a estas dos ideologías socioeconómicas, es un cúmulo de adornos y descalificaciones que poco tienen que ver con ellas.

Hace unos días, un personaje público, al cual admiro por su trabajo como actor y escritor, expresó en una entrevista que él, siendo de izquierdas, era superior moralmente a cualquier fascista, homófobo, racista o machista. Mezclar ideologías con cuestiones morales es algo muy peligroso.

Por supuesto, cualquiera que lleve en su interior alguno de estos sentimientos o comportamientos es menospreciable y se le puede considerar de moral inferior a los que respetamos a los demás, sea cual sea su condición. El problema es que de todos es sabido que cualquier régimen autoritario, se autodenomine de izquierdas o de derechas, es represor de los derechos y libertades de sus ciudadanos, atacando a colectivos vulnerables o políticamente molestos.

No es mejor el que es de izquierdas, ni peor el que es de derechas. Es denostable aquella persona que no crea en la democracia, en la separación de poderes, en el Estado de Derecho y en una Constitución consensuada por todos los ciudadanos. Y todo aquel que, con ideología o sin ella, tenga un comportamiento fascista, homófobo, racista o machista debe ser condenado por la Justicia. Así que, no, señor Bardem, no tiene usted razón. En sus filas también hay quien tiene una moral reprochable. Quizá, como personas de bien, todos deberíamos expulsar de la sociedad a los que están consiguiendo que este mundo sea cada día un poco peor. Voten a quien voten.