

Llevo dando vueltas a una idea que no sé cómo sacarla adelante. Está relacionada con la educación de los niños de África de habla inglesa, aunque como es lógico es algo que se puede extrapolar a los escolares de cualquier lengua. Durante unos años he colaborado en una escuela de Nigeria dando asistencia a varios alumnos y profesores. Casi todos los niños habían aprendido a leer y a escribir en inglés, aunque algunos mostraban dificultad para hacerlo. Las causas pueden ser muy variadas, como carecer de material de lectura, ya sean libros, revistas, periódicos o folletos publicitarios, o bien la falta de tiempo, electricidad o simplemente la dejadez y poca exigencia por parte de los padres o educadores.
Para facilitar que los niños dispongan de material, se me ocurrió recopilar en un librito de unas treinta páginas, acontecimientos y leyendas que hubieran ocurrido en África, procurando que tuvieran una moraleja, una enseñanza que les sirviera en su vida. Es verdad que no soy muy original, esto ha existido desde hace más de dos siglos. Los libros con lecturas se han usado para fortalecer el hábito de la lectura, favorecer la imaginación y el conocimiento, y por supuesto para inculcar historias con un fondo educativo y moralizante.
Este tipo de libros han servido también para transmitir ideologías, modos de vida, convirtiéndolos en panfletos propagandísticos. Seguro que recuerdan el Libro Rojo de Mao, conjunto de máximas que ensalzan los valores y principios del comunismo chino. Era obligado que todos los ciudadanos lo llevaran encima, y en cualquier momento de asueto leer alguna de sus citas o principios. En los colegios era lectura obligatoria, y se comentaba por los profesores del partido comunista para inculcar en los jóvenes la ideología del poder. Algo parecido ocurrió en las escuelas de la época de Franco, en las que se impartía la asignatura de formación del espíritu nacional. Además de explicar las bondades del régimen en la que se explicaban los valores que querían que asimilaran desde la más tierna infancia, se ensalzaba la figura de los líderes e ideólogos políticos.
Las historias que me gustaría que figuraran en este librito no deben incluir consignas políticas, ni se debe alabar a ningún líder. Me encantaría que estuviera integrado por aquellos cuentos que recitaban los abuelos alrededor de las llamas de una hoguera, o las que cuentan las madres a los niños mientras intentan que se duerman plácidamente con unos pensamientos bonitos transmitidos por sus propias madres.
Ya que me he puesto les voy a contar una historia que me contó un niño del Slum de Viwandani. Su padre había vivido en una aldea del interior de Kenia, durante una mañana de otoño los ancianos reunieron a todos los jovencitos para hablarles de las responsabilidades que tendrían que asumir dentro de poco al pasar a ser adultos. El jefe de la aldea fue preguntando a cada uno por el animal que les gustaría transformarse si tuvieran el poder de hacerlo. Thomas, así es como se llamaba el padre de este niño, respondió que le gustaría ser un águila. Caramba, casi todos elegían ser leones, tigres o rinocerontes, y él optó por un bicho con alas y plumas. La razón fue sencilla, quería poder volar alto, muy alto, y así avisar a la aldea cuando está en peligro por el fuego, o por alguna manada de hienas que intentara atacar el rebaño de cabras. Qué bien, poder otear desde el cielo los peligros que amenazan a la tribu, pero también le gustaría ser águila para poder mirar el sol cara a cara.