

No sé a ustedes, pero a mí toda la historia de Ábalos en el Parador de Teruel se me hace bola. Me explico: no dudo que el extodopoderoso mano derecha de Pedro Sánchez sea capaz de llenar una habitación con señoritas, correrse una juerga, dejarlo todo arrasado y, además, pasarnos la factura a los contribuyentes. Pero todo lo que se está contando que ocurrió en nuestra ciudad me tiene despistado.
He hablado con muchísima gente y la respuesta es siempre la misma: Nadie vio nada, nadie oyó nada, nadie sabe nada... Y no nos engañemos, esto es Teruel y un tema así habría corrido raudo y veloz en los mentideros locales. Quizás no en aquel pandémico 2020 donde bastante teníamos con sobrevivir, pero sí ahora cuando el caso ha saltado a los medios y se usa como arma arrojadiza política.
Por un lado, la periodista que primero destapó los desmanes de Ábalos me asegura que, según las pruebas que tiene en su poder, no fue el Parador de Teruel donde el exministro de Fomento desató su pasión amatoria con resultados funestos para el mobiliario. Fue en otro. Pero por otro lado, en este mismo periódico se publicaba una información asegurando que el Parador envió una factura por los supuestos destrozos al Ministerio que, encima, fue devuelta. Le otorgó credibilidad a ambas informaciones con lo que mis dudas siguen sin disiparse.
Creo que, incluso para Ábalos, es demasiado osado llenar una habitación con señoritas teniendo al resto de autoridades pared con pared. Aunque desde que el PSOE llegó al Gobierno lo que parecía imposible se hace realidad con una desfachatez nunca antes vista. Así que vaya usted a saber. El umbral de sinvergonzonería siempre puede ser superado con nuestra clase política actual.
Por su parte, Pilar Alegría sólo confirma que estuvo la noche de autos, pero alguno de sus centenares de asesores le ha recomendado que no ponga la mano en el fuego y menos por el ahora apestado exministro. Ella, que bastante tiene con repetir como un loro el argumentario que le envían cada mañana, tira de victimismo feminista para desviar la atención. Pero en este asunto tiene poca credibilidad. Bueno, en este y en cualquier otro.
Para liar más la cosa, el ahora responsable de Fomento, Óscar Puente, ha hecho públicas las facturas de la comitiva de Ábalos. 1.200 lereles para el séquito oficial que acompañaba al exministro (que, por supuesto, hemos pagado entre todos). Esto es ya una prueba “irrefutable” para el socialismo y un “ejercicio de transparencia”, dicen henchidos. Eso sí, como sean igual de reales que las adjudicaciones de obras públicas denunciadas por Víctor de Aldama y que Puente corrió a desmentir con papeles oficiales, vamos apañados.
Al final, lo único que tengo claro es que cinco años después de que todos los políticos de turno viniesen a alardear de la modernización de la línea ferroviaria a su paso por Teruel y les pagásemos la escapadita rural, nosotros seguimos igual o peor que entonces. Así que menos usar los escarceos de Ábalos como argumento de oposición y más ponerse a trabajar para que el ciudadano, que parece financiar hasta las bacanales más sórdidas, tenga un tren en condiciones de una puñetera vez.