

Se denomina así mismo como un aprendiz de poeta, un ilusionado recitador de poesía de los demás. Pero es mucho más que eso, Jesús Cuesta es ante todo un amigo cercano, de mano lanzada al apretón del que enfrente tiene, de sonrisa siempre plena, y de brazos que abrazan como manta cuando llega la rosada en invierno.
Por fin Jesús abre la cárcel de amor en la que guardaba sus poemas, rompe el candado de las jaulas, y deja volar sus mariposas con la libertad que ellas mismas reclaman. ¡A volar poemas, que no sois míos, que sois libres de buscar alojo en el corazón de quien quiera cobijaros! ¡A volar, a buscar vuestros nidos en las almas de quienes reclaman un sorbo de paz y de sosiego! ¡A volar poemas de mariposa inquieta, que ya no tenéis más dueño que el del corazón que busca la palabra amable, y sueña con ínsulas llenas de Plateros, y baobabs en planetas con volcanes, reyes y exploradores de opereta!
Mientras tanto quien sostiene su mira, quien acompaña su caminar, quien abre la fuente del agua fresca y clara, dibuja una mariposa de luz entre hojas de roble. Un sol que siempre es amanecer, y unas nubes que presagian lloviznas de palabras al son de los rasgueos de las cuerdas de las guitarras y bandurrias, y que rompen el silencio y anuncian un nuevo día.
Sólo tú, amigo, aún cansado y en ocasiones con el saco de la melancolía repleto sobre la espalda, ofreces tu voz, tu palabra, tu risa y tu nariz, mientras abres el corazón de par en par sin más requerimiento que un gracias. Solo tú, amigo, en el silencio del alba, te deseo que vuelvas a abrir otra vez la cárcel de amor en la que sigues guardando más poemas, y deja que sigan volando las mariposas de luz, que vuelen hasta los corazones de quienes tienen el corazón acartonado, para que ellas, con su magia, rompan las paredes de hielo y planten las semillas de la rosa y del jazmín, del lirio y los tomillos, de los espliegos y romeros, ahora que en mayo vivimos y crecemos.