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Juan Cañada

Es muy probable que la noticia del asesinato del

P. Allois Cheruiyot Bett en Kenia, no salga publicada en ningún medio de comunicación de Europa o América. La leí en un resumen de prensa que me envía un diario de Nairobi. No especificaban las razones de este crimen, pero bastaba saber que este sacerdote católico hacía un esfuerzo muy grande por pacificar la región en la que trabajaba, algo parecido a lo que hizo nuestro paisano el Dr. Joaquín Sanz Gadea.

La estrategia del P. Allois fue hablar y rezar por la Paz, sin temor de acercarse a los que blandían fusiles y pistolas, y conminarles a que volvieran a sentir el corazón liberado del odio. Muchos de sus feligreses manifestaban una gran tristeza mezclada con la desesperación tras conocer este vil asesinato. Uno de ellos dijo: “Era un sacerdote humilde que siempre predicaba la paz. Acudíamos a él en busca de mensajes de esperanza cuando las acciones de los bandoleros recrudecían. ¿Qué cruel puede ser alguien para matar a un sacerdote que predicaba la paz en una zona tan remota? Este es el momento más oscuro del valle de Kerio”.

Sí, el valle de Kerio está de luto, buena parte de su población siente que alguien importante en sus vidas ha recibido el mensaje del odio en forma de bala asesina. Pequeños grupos armados se dedican a robar ganado, atemorizando a la población con armas, y sin tener reparo en hacer uso de ellas. Ahora el ejército y la policía está más presente, pero cuando se marchen volverán las cosas como siempre, y de nuevo surgirá un nuevo Padre Allois blandiendo solamente las armas de la oración y de la palabra.

Qué dura se hace la vida a quienes viven en lugares en los que la seguridad no está garantizada. Mientras escribo estas líneas me viene a la memoria el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 16, el cual pretende promover sociedades pacíficas e inclusivas, facilitar el acceso a la justicia para toda la población y crear instituciones eficaces, responsables e inclusivas a todos los niveles.

Las personas de todo el mundo deben vivir libres del miedo a cualquier forma de violencia y sentirse seguras en su día a día, sea cual sea su origen étnico, religión u orientación sexual. Sin embargo en tantas aldeas olvidadas de África, se asesina con total impunidad, se intenta callar la voz de los que predican y buscan la Paz, se silencian sus vidas, su trabajo y su esfuerzo.

Qué gran dolor comprobar cómo personas que buscan lo mejor para su pueblo, para sus gentes, se encuentran con la guerra y con la muerte.

Ojalá tengamos más mensajeros de la Paz, más padres Allois.