La nana por bulerías con sonidos sintetizados que ha representado a España en el festival de Eurovisión fue interpretada por la ilicitana Blanca Paloma de forma impecable (o al menos, así lo han dicho los expertos), pero esto,no hizo que llegara al corazón de la gente más allá de los Pirineos.
Sorprende que una canción que fue elegida por el público -además de contar con el apoyo unánime de un jurado compuesto por entendidos de la música- en Benidorm cayera del top ten en el que se había instalado por culpa del televoto popular.
El eslogan Spain is different, que triunfó en los años sesenta lanzado por el ministro de Turismo, Fraga Iribarne, para atraer visitantes extranjeros a nuestro país, acude a mi mente y me hace pensar que, quizá sí, nuestros gustos y costumbres resulten extraños a la población de otros países, la cual parece no emocionarse con una composición de fuerte inspiración flamenca. Más curioso resulta esto último todavía, teniendo en cuenta que este estilo de raíz andaluza parece gustar mucho al turismo extranjero cuando veranea en España y son muchos los que aseguran que el flamenco es uno de los grandes tesoros de nuestra nación.
El festival premió un tema, el de la sueca Loreen, que, siendo correcto y teniendo un buen esquema, ofrecía más de lo mismo, ahora bien, en línea con una corriente musical que combina sabiamente lo melódico con la innovación y una puesta en escena entre lo futurista y lo gótico, una apuesta de éxito seguro, como prueba el hecho de que está cantante sea la segunda da vez que gana eurovisión o que incluso antes de comenzar el certamen, todo el mundo sabía quién se llevaría la estatuilla.
Al parecer, Suecia y Loreen, convertida en la primera mujer que se lleva dos veces el micrófono de cristal, le han cogido la medida al festival. El público europeo no entendió a Blanca Paloma, pero España, a su vez, hace años que no entiende Eurovisión.
Para que luego digan del turolense David Civera, que con su pop latino logró en 2001 un sexto puesto más que envidiable.