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Nuria Andrés

Toda decisión tiene un día señalado que te hace reflexionar por qué tienes que celebrar esa fecha. El 24 de enero es el Día del Periodista y, según el título que cuelga de mi pared, yo formo parte de esto. Si hace cinco años, en uno de los pasillos de la facultad de Ciencias de la Comunicación, hubiera sabido de este día, seguro que me habría emocionado y hubiera dado la razón a José Martí de que esta era “la profesión más bonita del mundo”.

Poco queda ya de esa chica que un día empezó en esta senda convencida de que la vocación puede a la inestabilidad laboral. Quizás quedó sepultada por las interminables pruebas de acceso para trabajar en cualquier medio de comunicación, en los contratos precarios o en esas “becas” para “aprender” que, en muchos casos, lo mejor sería llamarlas directamente por su nombre: Explotación encubierta.

A veces hojeo las páginas de los periódicos y veo reportajes bienintencionados sobre el desempleo juvenil o las enfermedades mentales que sufren los adolescentes. En ellos siempre encontrarás frases triunfales como que “son demasiado jóvenes para ser tan infelices”, pero lo que nunca verás es una solución para el problema. No olvidemos que la mayoría de medios que dicen apostar por el “periodismo de verdad” luego tienen a sus trabajadores como falsos autónomos o pidiendo años de experiencia para “contratar” a un estudiante como becario. Eso ya no es precariedad, es sencillamente maltrato.

Siempre me pregunto lo mismo: ¿Volvería a estudiar Periodismo? y la respuesta también es siempre la misma: Debo de sufrir el síndrome de Estocolmo, pero, sin duda, sí. Porque el día que ves a una persona leyendo un reportaje que has escrito, es cuando te das cuenta de que esta profesión vale la pena simplemente por percibir que alguien está observando el mundo a través de tu letra.

Así que, pese a todo y al igual que decía José Martí, también me gusta pensar que en las universidades hay alumnos que se emocionarán con la primera vez que firmen un reportaje en el periódico o que recibirán las gracias de un entrevistado por compartir su tiempo con él. Jóvenes que creemos en esta profesión y que lo único que pedimos es que nos dejen trabajar.