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Lamento Lamento
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Nuria Andrés

Cada vez que hablo de un evento, me doy cuenta que el mundo se ha dividido en antes y después de la pandemia. El 2020 es esa cita temporal que marcó un punto y aparte en nuestra manera de ver el mundo. Todos recordamos ese año en el que nos dimos cuenta que la salud es lo más importante de todo.

Pero yo, en concreto,  me acuerdo del 13 de mayo de 2020, cuando abrí un diario digital y entre todas las muertes que habían sucedido, también estaba la de Álex Lequio. El hijo de Ana Obregón se despedía de este mundo con tan solo 27 años a causa de un sarcoma de Ewing. En ese momento, me pareció que lo único real y verdadero en este mundo eran esas coplas de Jorge Manrique que decían que “nuestras vidas son los ríos que van a dar en el mar”.

Nadie puede escapar a la muerte, me dije. Ni tan siquiera el hijo de Ana Obregón. Pensé, de hecho, que quizás era verdad que el dinero daba igual porque ante la muerte, todos estamos esperando en fila.

Me equivocaba. Desde ese día, he justificado todas las exclusivas y entrevistas en las que ha aparecido Ana Obregón hablando de su hijo, siempre bajo la misma excusa y pensando lo mismo, que morir a los 27 años o enterrar a un hijo de esa edad no debería suceder. Nunca.

Pero si hay algo que, desde luego, tampoco debería ocurrir, es pensar que puedes esclavizar el cuerpo de una mujer para cumplir el deseo de tu hijo a golpe de cheque. Aunque, dejando a un lado la aberración que suponen los vientres de alquiler, me resulta todavía más chocante que haya quien piense que pueda sobrevivir a la muerte.

Muchas personas seguimos sin aceptarla. Eso es comprensible, pero entre nosotros, a los pobres no nos queda más remedio que sufrirla y vivir el luto entre testamentos, cajas de mudanza y tanatorios, mientras que los ricos pueden plantearse comprar el vientre de una mujer. Los ricos intentan comprar la eternidad, cuando los demás nos conformamos con poder ir al cementerio una vez al mes. Ana Obregón no es la primera madre que pierde un hijo y, por desgracia, no será la última, pero mientras ella intenta vencer a la muerte con dinero, a los demás solo nos queda el lamento.