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No son horas No son horas
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Nuria Andrés
Eran cerca de las diez de la noche y el portavoz del PP, Borja Sémper, en la Carrera de San Jerónimo, decía, bromeando que “no son horas”. No eran horas para salir de trabajar un 26 de septiembre después de estar desde las 12 de la mañana escuchando insultos, réplicas y todo tipo de oraciones enjuiciadoras alejadísimas de la gente de a pie y parece que, también, cada vez más de los propios políticos que las vierten. Este martes pasado era -o al menos se supone que lo era- uno de los grandes días para el Partido Popular.

La fecha en la que, por fin, podían presentar su programa de Gobierno para convencer a los ciudadanos que merecían la Moncloa. Por si todavía hay alguien a quien no haya quedado claro, Feijóo fue quien ganó las elecciones del 23 de julio. Lo dijo él, lo repitió Cuca Gamarra y lo secundó todo aquel que le acompañaba por los pasillos del Congreso. Insistían en lo mismo una y otra vez: Feijóo es quien más votos obtuvo ese día tórrido de verano.

Él fue quien llegó primero al podio y eso nadie lo puede negar. Lástima que en esta democracia, no se trate de quién llega antes a la meta, sino de quién sabe formar equipo al llegar. El 26 de septiembre, Feijóo se subió a la tribuna para continuar con una campaña electoral que terminó el 21 de julio. Nadie le siguió. Solo sus compañeros de Vox apoyaron un discurso que se alejaba de la España plurinacional que hoy en día, la mayoría queremos conseguir.

En esta carrera, el candidato a la presidencia recibió el trofeo de Vox, UPN y Coalición Canaria que le apremiaron con su apoyo, pero se llevó el ‘No’ del resto de la cámara. Una cámara que, con sus 178 ‘no,’ le restregó en la cara que, igual, pasarse cerca de diez meses gritando ‘Que te vote Txapote’ no era lo mejor que podía hacer un partido que dice ser de Estado. La crispación, el odio o querer tomar las calles con un ‘Basta ya’ que, por suerte, se enterró hace años no funciona en la España de la mayoría. Feijóo venía de resaca del domingo y aterrizó en una mesa sobria que lleva años preocupada porque ya no entiende la España de la crispación y la intolerancia.