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Olatz Olatz
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N.A.

Todo está en los cuentos. De Los Tres Cerditos aprendimos la necesidad de tener un espacio resistente y bien forjado para protegernos. Ni una casa levantada sin esfuerzo, ni otra débil y expoliada nos servirá para protegernos del lobo feroz. El problema es que nosotros vivimos en un mundo real y tenemos que enfrentarnos a más de una bestia que, de un minuto a otro, puede poner en jaque nuestra existencia.

No podemos construir un refugio seguro y robusto para cada una de las personas que habitamos este país y es imposible que cada uno dispongamos de un profesional dedicado exclusivamente a salvaguardar nuestro bienestar. Por eso se creó la red sanitaria, para que todo individuo cuente con un lugar de referencia en el que le puedan salvar la vida.

Pero ni una sanidad de paja sin el personal sanitario necesario, ni otra de madera con plantas privatizadas son capaces de protegernos de las enfermedades que nos persiguen. Y de aquí la única metáfora que se puede extraer es que los recortes en sanidad matan. Que la falta de presupuesto para investigación mata. Que la falta de médicos mata.

Ni es una novedad recalcar que los países que más invirtieron en Sanidad en las últimas décadas son los que mejor aguantaron la embestida de la pandemia, ni viene mal recordarlo. Sobre todo después de la muerte de Olatz Vázquez, que aguantó un año con el cáncer comiéndosela por dentro mientras los médicos le decían que era dolor de ovarios o estrés. Su diagnóstico llegó dos meses tarde, después de que la endoscopia que pidió que le realizaran fuera aplazada por la saturación de los hospitales. Cuando lograron hacerla, los médicos prácticamente solo le podían desear suerte, el cáncer había hecho metástasis y estaba en un estado muy avanzado. Poco antes de morir, la propia Olatz contó el momento en el que el médico le comunicó su enfermedad, ella se derrumbó y con un hilo de voz le dijo: “Pero si me dijisteis que no tenía nada grave”. Quizás Olatz tampoco hubiera sobrevivido al cáncer con un diagnóstico precoz. Pero eso es lo peor de todo, que no sabemos qué podría haber ocurrido si hubiera habido los medios y el personal necesario. Que no sabemos si Olatz hoy seguiría aquí.