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N.A.

Fue en ese cine, ¿te acuerdas? En una tarde de domingo hace unos años. Eva Green tiraba piedras en un mayo francés cuando los oradores preguntaban a los manifestantes: “¿Qué queréis?” y la respuesta era: “Todo”. Me acuerdo de que cuando dejamos atrás The Dreamers  en la gran pantalla, bajamos por una calle de Tirso de Molina donde antaño había una tienda de delicatessen con un cartel: “Se envían pedidos a provincias”. Esta tienda madrileña conseguía una fuente de ingresos vendiendo mercaderías a ciudades que no tenían una tienda semejante. 
Un simple cartel que era, en realidad, una gran advertencia de lo que es nuestro país desde hace tiempo. Para hablar de España, hay que hablar de Madrid y provincias. Las provincias son el territorio obligado a vivir gracias a las concesiones que, avariciosamente, nos remiten desde la capital bajo precio y pedido. Ámbitos locales ajenos a las comunidades autónomas con problemas muy concretos y muy duros. Lugares que quizás representen la España más real y que hace dos años se manifestaron en Madrid. Noventa y siete plataformas cansadas de la dependencia de la capital que querían tener su propia tienda para autogestionar las demandas ciudadanas. 
Este comercio es solo una mera anécdota pero, por desgracia, su cartel se puede extender a la Sanidad, Universidad, Carreteras, Comunicaciones… Estamos cansados de que nuestros derechos los determine un censo, hastiados de ser esos simpáticos de provincia que piden “caprichos”. Pedimos todo, porque sabemos que de ese todo que en la capital es básico, nos darán la mitad. En fin, una ya no aguanta “este coñazo de Madrid”. Y no lo digo yo, lo decía Aute, el cantautor que fue adoptado en la capital pero que soñaba con un perro Calandaluz. Hace un año que nos dejó. Hace unos cuantos que las románticas soñamos con una cita a las “cuatro y diez” y hace muchos que Aute demostró lo fácil que es enamorarse de los pueblos olvidados de esa España Vaciada. Él se enamoró de Calanda. De Buñuel. Hablaba de sus tambores como un “delirio” y una “catarsis colectiva”. En nuestras provincias se respira el arte de demostrar al mundo que valemos tanto como los de las ciudades de grandes avenidas. Merecemos todo. Porque la gente de nuestra tierra lo ha dado todo por este país.