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Mirando al cielo Mirando al cielo
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Asunción Vicente

Esta luna llena de agosto invita a mirar el cielo y preguntarnos qué fue lo que movió al ser humano a indagar en las estrellas, esos puntos luminosos tan lejanos que no podía alcanzar con la mano por grande que fuera su empeño, era un universo tan inmenso que hizo que se preguntara, ¿dónde estaban? ¿a qué distancia? ¿por qué brillaban y cambiaban su posición? Y el hombre antiguo se puso a buscar las respuestas.

Mirar al cielo en una noche estrellada es quizás la experiencia que nos muestra lo infinitamente pequeños que somos ante la inmensidad del universo que nos rodea. Aún es posible disfrutar de las estrellas, si podemos encontrar un lugar sin contaminación lumínica ni atmosférica y tratar de navegar en ese oscuro cosmos para encontrar a Casiopea, Orión, la Osa Mayor, Antares o Aldebarán.

Hay formas de escrutar el cielo. Podemos hacerlo desde la astronomía o la astrología y conviene diferenciar entre una y otra. La astronomía es una ciencia que, desde la antigüedad, eleva su mirada al cielo para descifrar las estrellas y comprender ese orden cósmico secreto que gobierna la inmensidad del universo, estudia planetas, estrellas, galaxias y todos los cuerpos celestes con un método científico, mediante observación y experimentos, utilizando las matemáticas, la física y los análisis de datos, con espectrómetros, telescopios, satélites y simulación por computadora, obteniendo resultados replicables y contrastados.

La astrología, leyendo la danza de los planetas y cegada por el brillo de las estrellas, trata de encontrar en el cielo el reflejo de los destinos humanos y el eco secreto de nuestras decisiones y emociones. Es una pseudociencia que interpreta la influencia supuesta de los astros, sobre la personalidad del individuo y los sucesos de su vida. Basada en horóscopos, cartas astrales, simbolismo, tradiciones y antiguas creencias, sin evidencias, maneja tablas y efemérides como sistema de trabajo y no puede predecir resultados.

Vivimos tiempos en los que ha vuelto con fuerza la astrología, cuyo origen se remonta a Babilonia y al antiguo Egipto, donde la interpretación de los astros era tan importante para todos los actos de la vida, que los astrólogos llegaron a ser figuras de la mayor relevancia, dotados de un inmenso poder. Tuvo momentos de gloria y también de caída, sobre todo cuando el hombre descubrió que más que entender las estrellas, era necesario para su vida entender al hombre. En los tiempos de la Ilustración, su interés decayó, fue el momento del arranque de la ciencia experimental, donde todo lo susceptible de ser creído, debía ser demostrado y comprobado.

Actualmente, por sorpresa, cuando los avances tecnológicos nos apabullan por todas partes, resurge de nuevo la tendencia a consultar las estrellas de la mano de horóscopos y cartas astrales, una nueva generación de astrólogos aparece en televisión y redes sociales y las cifras de adictos aumentan a diario. En el preciso momento en que la religión esta en crisis para una gran mayoría, los astros se erigen como nuevos dioses, dispuestos a guiar nuestras vidas. Miles de millones de personas consultan el Zodiaco a diario y no toman decisiones personales, amorosas o de trabajo, sin contar con sus predicciones, se declaran no creyentes, pero creen en el horóscopo. Tal vez el ser humano movido por el ansia de trascender, de conocer qué le depara el destino, se aferra a las fuerzas de la naturaleza como un moderno oráculo. Es tan grande el aumento de sus seguidores que desplazan a los libros de autoayuda y a la motivación personal, prefiriendo los caminos de la predicción astrológica. Sencillamente el vacío dejado por las creencias religiosas lo han ocupado las estrellas. Resulta difícil creer que lo mágico se imponga, se ha pasado a ser crédulo, porque en el fondo del ser humano hay un deseo irrefrenable de creer, el hombre necesita encontrar un sentido a la propia vida.

La astronomía nutre ese libro que se abre ante nosotros al mirar al cielo y nos habla de la historia de las estrellas, en un baile eterno de luces y sombras sobre el oscuro lienzo del cosmos, donde se descifran constelaciones y galaxias como si fueran cartas de amor enviadas desde el fin de los tiempos. La astrología por otra parte no busca comprender el universo, busca interpretar el destino a través de los astros.

Mientras a un horóscopo le preguntamos cómo influye el signo zodiacal en nuestra vida amorosa en este mes de agosto y seguro que nos ofrecerá una respuesta ambigua como en los viejos oráculos, la astronomía puede respondernos con toda precisión a la pregunta sobre qué composición química tiene la atmosfera del exoplaneta recién descubierto. Es sencillamente, la diferencia entre ciencia y pseudociencia.

Estos días miremos al cielo, naveguemos en él como por un inmenso océano, de un modo o de otro, allí nos siguen esperando las estrellas, disfrutemos de ellas, ya sean portadoras de nuestro futuro o no y admiremos la naturaleza en su grandiosa belleza, con la seguridad de que somos nosotros mismos los forjadores de nuestro destino.