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No he comido No he comido
EFE

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Raquel Fuertes
Parece que todo el calor ha venido de golpe. “¡Menuda calorina!”, hubiera dicho mi madre. Mira que se hacen pesadas estas últimas semanas antes de vacaciones. Una va ya con el combustible justo para sobrevivir a los días y en el camino no hacer víctimas inocentes fruto de ese cansancio y agudizado mal humor. No sé si es la edad, el calor, la crispación o las ansias de una dorada jubilación cada vez más utópica.

Y parece que fue ayer cuando me dijeron que iba a cubrir la información política en Madrid. Qué ilusión. Estar en el círculo cercano al presidente. Conocer a los periodistas al corriente de las entretelas de la alta política y, con los años, quizás, convertirme en una de ellos. Una periodista de raza. De esas de las que se enorgullecen padres y abuelos.

Desde los primeros días ya vi que aquello no era tan glamuroso ni intelectualmente satisfactorio. Muchas horas de espera para que luego se cancelará la intervención o que no hubiera preguntas, algo que nos hacía sentir a todos los presentes un poco, perdonen la expresión, gilipollas. Aunque quizás sólo era que nos estaban faltando al respeto y haciendo de menos nuestra profesión. No sé.

Después de vivir sesiones de control infinitas, mociones de censura históricas, varias elecciones y algunos presidentes no sé cómo puedo aún caer en la esperanza ingenua de pensar que el siguiente, el nuevo, será mejor. Ojo, que hablo de comunicación y no de ideología.

Pero nada. Si plasma era Rajoy, plasma ha sido Sánchez y no miro más atrás porque me da vértigo pensar todo el tiempo que me han hecho perder políticos de todos los colores que al final, ahora lo sé, aunque siempre lo intuí, siempre nos han utilizado. No, nunca hemos sido “de los suyos”. Cuatro sonrisas y que te llamen por tu nombre de poco sirven si no se valora tu trabajo.

El colmo fue este lunes. “Son las 5 y no he comido”, dijo, excusándose para detener la primera rueda de prensa en mes y medio después de la peor crisis reputacional (y de valores) de este Gobierno. ¿Sabe una cosa, señor presidente? Nosotros, tampoco. Y llevamos cuatro horas esperándole en plena ola de calor. Piénselo.

(A los compañeros que cubren la información política en estos días).