

Me da la impresión de que la medida anunciada por el premier británico Starmer, permitiendo el voto a los dieciséis años en el Reino Unido, ha pasado demasiado desapercibida, lo que no es extraño viendo cómo está de loco el mundo y, sobre todo, algunos de sus dirigentes: ellos acaparan todos los titulares. Y, si no, véase el discurso del presidente norteamericano en la ONU. Tengo en mi poder algunas encuestas acerca de por dónde van los llamados zetas, esa generación que hoy cuenta entre trece y veintiocho años y que nos gobernará a todos, con permiso de Trump y Putin, allá por mediados de este siglo azaroso.
Y, pese al abanico de edades (quince años de diferencia son muchos), creo que se pueden sacar algunas conclusiones sobre estos zetas: falso que se inclinen mayoritariamente por la extrema derecha, aunque cierto que no adquieren demasiado compromiso político y que los partidos mayoritarios, PP y PSOE en nuestro caso, les provocan un muy escaso entusiasmo. Cierto que consideran que las generaciones que les preceden, muy en concreto sus padres, no entienden nada, ni se interesan por las mismas cosas que ellos, abonados a Instagram y Tik Tok, adoran. Y cierto que sus conocimientos históricos, y esto es lo más grave, son entre escasos y nulos.
Uno de mis baremos sociológicos es la nieta de un colega: ella está a punto de cumplir los dieciséis y alguna vez he dado clase a un grupo de sus amigos y amigas más o menos de la misma edad. Me gusta hablar con ellos, pese a que me da la sensación de que me consideran una especie de diplodocus, aunque algo atípico, eso sí. Les pregunté el otro día quién era Robert Redford. Ninguno de los siete lo sabía. Ayer les interrogué por Claudia Cardinale, uno de esos iconos que tanto contento estético nos dieron a tantos tanto tiempo. Ni idea. Uno de ellos me preguntó no hace mucho: “¿quién es el Kremlin?”. Seguramente quería saber en qué equipo jugaba el tal Kremlin. Los demás no rieron: querían ubicar a tan famoso señor. Les pregunté a quién votarían si, como en Gran Bretaña, les diesen la posibilidad de hacerlo. Uno me dijo que a Alvise. Los demás navegaron entre risas y descalificaciones, pero ninguna certeza.
Bueno, me dije, no saber quiénes eran Robert Redford o Claudia Cardinale no parece razón suficiente como para negar el voto a un chico/a de dieciséis. Lo del Kremlin me parece un poco más grave, pero a saber si sus padres les han explicado alguna vez algo sobre el atroz Putin o, ya que estamos, sobre el chiflado de la Casa Blanca. Puede que una manera de irlos concienciando y de integrarlos más en sus futuras funciones en la España de Leonor I –si es el caso, desde luego: a ellos, dicen las encuestas, la heredera les gusta- sea dándoles la posibilidad de votar. Aunque sea, glub, a Alvise. Ya aprenderán, ya.