Imagino que les pasa a menudo. Su propia actualidad, la presión del día a día, la carga de trabajo, los asuntos familiares, un malestar repentino o todo junto consigue que las noticias del mundo nos pasen desapercibidas.
Últimamente, transito durante horas por la ignorancia mediática. Y casi que lo agradezco: asomarme a periódicos e informativos suele causarme una profunda desolación. Pero llega el miércoles y tengo que ponerme al día para tener algo de lo que hablarles.
Hoy ha sido un día de esos de no saber qué pasa hasta que me daba la hora para no hacer esperar a los compañeros del Diario. Y, cómo no, lo que he encontrado ha sido tan entristecedor como de costumbre. Como si una no tuviera suficiente con ver anochecer a las 5:30…
La verdad es que no sé si empezar por Putin, por Trump, por Maduro o por Sánchez. Bajarme a la política autonómica o local tampoco me hace hallar consuelo así que quizás sea mejor cambiar de sección.
Tampoco llego a nada esperanzador siquiera en las noticias de empresa. Meses adaptándonos a Verifactu (si no saben lo que es, mucho mejor: un motivo menos de angustia en el filo del año) para luego morir en la orilla de la implantación. ¿Que por qué me detengo en algo de apariencia tan concreto y específico? Pues porque es un ejemplo de la frágil improvisación que nos rodea.
El signo de los tiempos parece ser la incertidumbre y hasta tal punto vivimos en un alambre que ni siquiera las previsiones de novedades de obligado cumplimiento de Hacienda (con su efecto amenazante sobre el contribuyente) se cumplen: Verifactu se retrasa al menos un año (también es un alivio para la mayoría, he de apostillar). Ya nada es seguro.
Cambiando de sección a algo más tangible, la peste porcina acecha. Del par de jabalíes muertos que hicieron saltar la alarma ya se supera la cincuentena. No quiero ni pensar en que la enfermedad llegue a nuestras granjas…
Entre esto y los rijosos que no dejan nuestras portadas (en las que ahora conviven Errejón y Salazar) no me quedan ganas de saber lo que dice Junts o cómo respiran las nuevas encuestas. Decidido: voy a pasarme a las portadas de papel couché. De lo demás, prefiero no saber.
Últimamente, transito durante horas por la ignorancia mediática. Y casi que lo agradezco: asomarme a periódicos e informativos suele causarme una profunda desolación. Pero llega el miércoles y tengo que ponerme al día para tener algo de lo que hablarles.
Hoy ha sido un día de esos de no saber qué pasa hasta que me daba la hora para no hacer esperar a los compañeros del Diario. Y, cómo no, lo que he encontrado ha sido tan entristecedor como de costumbre. Como si una no tuviera suficiente con ver anochecer a las 5:30…
La verdad es que no sé si empezar por Putin, por Trump, por Maduro o por Sánchez. Bajarme a la política autonómica o local tampoco me hace hallar consuelo así que quizás sea mejor cambiar de sección.
Tampoco llego a nada esperanzador siquiera en las noticias de empresa. Meses adaptándonos a Verifactu (si no saben lo que es, mucho mejor: un motivo menos de angustia en el filo del año) para luego morir en la orilla de la implantación. ¿Que por qué me detengo en algo de apariencia tan concreto y específico? Pues porque es un ejemplo de la frágil improvisación que nos rodea.
El signo de los tiempos parece ser la incertidumbre y hasta tal punto vivimos en un alambre que ni siquiera las previsiones de novedades de obligado cumplimiento de Hacienda (con su efecto amenazante sobre el contribuyente) se cumplen: Verifactu se retrasa al menos un año (también es un alivio para la mayoría, he de apostillar). Ya nada es seguro.
Cambiando de sección a algo más tangible, la peste porcina acecha. Del par de jabalíes muertos que hicieron saltar la alarma ya se supera la cincuentena. No quiero ni pensar en que la enfermedad llegue a nuestras granjas…
Entre esto y los rijosos que no dejan nuestras portadas (en las que ahora conviven Errejón y Salazar) no me quedan ganas de saber lo que dice Junts o cómo respiran las nuevas encuestas. Decidido: voy a pasarme a las portadas de papel couché. De lo demás, prefiero no saber.
