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No hay protesta legítima que justifique destrozos, amenazas o ataques contra personas. El orden público no es un lujo, es el pilar de la convivencia
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Elena Gómez

Lo ocurrido en Torrepacheco en los últimos días es terriblemente preocupante. Los disturbios, los enfrentamientos y la tensión vivida en sus calles no son hechos aislados ni espontáneos: son el resultado de una peligrosa combinación de malestar social, desinformación y discursos de odio. No hay protesta legítima que justifique destrozos, amenazas o ataques contra personas. El orden público no es un lujo, es el pilar de la convivencia.

Lo triste es que detrás está la propagación de fake news que han corrido como la pólvora en redes sociales, grupos de mensajería y plataformas sin control. Falsedades sobre crímenes, manipulaciones sobre la nacionalidad de sus autores, invenciones sobre supuestas "invasiones" o "zonas sin ley". Toda esta intoxicación informativa ha inflamado los ánimos, alimentando el miedo y reforzando prejuicios. El problema no es solo la mentira, sino lo que provoca: la estigmatización de comunidades enteras, la polarización y la justificación de discursos radicales.

A ello se suma el tratamiento sensacionalista de algunos medios de comunicación. Presentar los hechos con parcialidad, dar voz a agitadores disfrazados de vecinos o difundir rumores sin contrastar no es solo una irresponsabilidad, es una contribución directa a la crispación social.

Pero lo más alarmante es cómo este caldo de cultivo está siendo aprovechado por grupos de ideología neonazi y ultraderechista, que intentan ganar legitimidad en las calles y promover el odio y el racismo.

Ante el caos necesitamos soluciones efectivas. La ley debe aplicarse con firmeza para garantizar la seguridad de todos, frenar la violencia callejera y la incitación al odio. Pero también necesitamos más educación y más voluntad política para abordar los problemas reales —desde la seguridad hasta la integración— sin caer en el populismo.

La convivencia no se construye con gritos ni con piedras, sino con respeto, diálogo y verdad. Torrepacheco merece ser ejemplo de ello. Porque cuando se rompe la convivencia, no gana nadie. Solo ganan el miedo y el odio.