

Cada junio, las ciudades se llenan de colores, banderas arcoíris y mensajes de amor y diversidad. Sin embargo, cuando desaparece el maquillaje del orgullo, queda una realidad compleja que el colectivo LGTBI+ continúa enfrentando día tras día. Muchos piensan que las personas LGTBI+ ya tienen todos sus derechos y que quejarse ahora es exagerar.
Sin embargo, aunque se ha avanzado mucho, todavía queda mucha lucha por delante. Porque una cosa es que existan leyes, y otra muy distinta es que en el día a día las personas puedan vivir sin miedo, sin burlas, sin agresiones y sin tener que esconder quiénes son. Todavía hay personas que deben ocultar su condición en su entorno y que son insultadas en la calle por cómo se visten o cómo se ven. Y muchas siguen sintiendo que no encajan en la escuela o en el trabajo.
Además, no todas las letras del colectivo tienen el mismo nivel de apoyo. Las personas trans, por ejemplo, siguen enfrentando muchísimo rechazo y no son tratadas con respeto. Y las personas bisexuales con frecuencia son ignoradas o no tomadas en serio, incluso dentro del propio colectivo.
También hay que tener en cuenta la salud mental. No es casualidad que muchos jóvenes LGTBI+ sufran ansiedad, depresión o soledad. No por ser “débiles”, sino porque vivir en una sociedad que te juzga o te rechaza constantemente pasa factura.
Por último, en los últimos años están creciendo los discursos de odio. Hay políticos, influencers y tertulianos que atacan directamente a este colectivo, diciendo que “confunden a los niños” o que “se quieren imponer”. No son casos aislados. Son mensajes que hacen daño y que animan a otros a discriminar o a agredir.
Entonces, no, no está todo conseguido. No se trata de darles “más derechos” que a nadie, sino de asegurar que puedan vivir con los mismos derechos de verdad, en la práctica, sin miedo y con respeto. Apoyar al colectivo LGTBI+ no es una moda, ni una exageración. Es simplemente entender que, aunque hemos avanzado, la igualdad real todavía no es una realidad para todas las personas.