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Pedir perdón Pedir perdón
Homenaje al poeta José del Río Sainz, Pick, escultura de José Villalobos y Niñor, Santander

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Juan Cañada

Tenía un amigo brasileño del que tuve la oportunidad de aprender mucho. Era bastante mayor que yo, pero no restaba para que nos tratáramos con amabilidad y confianza. Una de las lecciones que me dio es que siempre hay tiempo para trabajar por cumplir los sueños y las ambiciones nobles que se tienen. Con más de 50 años decidió abandonar su prometedora vida profesional y dedicarse a investigar y redactar una tesis doctoral. Cierto que le llevó un poco más de tiempo de lo normal, y que el enfoque primogénito que tenía previsto seguir, lo fue ajustando conforme recibía indicaciones de su director de tesis. Al final la pudo defender con gran éxito. Estaba muy orgulloso del trabajo que había hecho.

Mi amigo Joao, así es como se llama, en una ocasión me pidió un dato, algo sin mucha importancia. Reconozco que no me porté muy bien, pues le respondí sin mucha amabilidad. Volvió a hacerme la pregunta con paciencia y me explicó la razón de la cuestión. Volví a responderle por peteneras, aunque sin faltarle al respeto ni herirlo. Se puso como jamás lo había visto. Después de una reprimenda y desahogo, le pedí disculpas, rogándole que me perdonara. Cuando ya estuvo más tranquilo me explicó que los españoles pensamos que cuando metemos la pata todo lo arreglamos pidiendo perdón. No sabía qué más hacer por conseguir de nuevo su confianza. Como es una persona muy buena se olvidó pronto del asunto, y terminamos tomando un refresco en una cafetería mientras tratamos de otras historias.

Este incidente lo recuerdo con frecuencia y siempre concluyo que mi amigo Joao tenía razón. Parece que los españoles no tenemos reparo en actuar más o menos sin cabeza, sin sopesar el daño o el perjuicio que podemos causar, para luego concluir, sólo si nos pillan, que todo se arregla con un Perdóname, no volverá a pasar más. No hace falta dar nombres, todos los lectores recordarán casos de personas que tenían que dar ejemplo de comportamiento, de ética, y que han tenido que salir a la palestra pública para pedir disculpas por sus nefastas actuaciones. Lo curioso es que en muchos casos los que pedían perdón, sin que hubiera pasado mucho tiempo, volvían a meter la pata hasta el fondo. Y es que no aprendemos.

Joao, tras la defensa de la tesis, regresó a Brasil, se dedicó a la docencia, publicó varios artículos y dio conferencias en varias universidades de su país. Ahora me preocupa no tener contestación al correo electrónico que le he enviado recientemente. No sé qué le ha podido pasar. Me vienen a la cabeza tantos momentos de encuentros, y algún desencuentro, de amistad y de tertulias en las que su risa inundaba todo, igual que su mirada de niño y de buen hombre. Joao, espero que sigas bien, espero noticias tuyas, y de nuevo te pido perdón por aquellas situaciones en las que no supe tratarte como mereces.