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¿Podemos mejorar nuestros comportamientos profesionales? ¿Podemos mejorar nuestros comportamientos profesionales?

¿Podemos mejorar nuestros comportamientos profesionales?

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Tomasa Calvo

Hace más de cinco años de la pandemia del covid-19, algo que ojalá no hubiese pasado. Con frecuencia, ante dilaciones o deficiencias en los servicios solemos afirmar que después del covid-19 algunos servicios funcionan peor, hay menos atención personalizada, el ciudadano ha de realizar personalmente más trámites hay que pedir cita previa (...). Yo me pregunto: ¿por qué pasa esto?, quizás es que nos hemos relajado y hemos dejado de cultivar las virtudes fundamentales de un buen profesional. Para evitar la pérdida de estos valores deberíamos pararnos y promover cambios en nuestros comportamientos personales, sociales y profesionales. Entre las virtudes fundamentales cabría considerar la honestidad, la humildad, la coherencia, la paciencia, la prudencia, la generosidad, la fortaleza, la constancia, la responsabilidad. Me resulta mucho más enriquecedor hablar de virtudes que de valores porque etimológicamente virtud viene de vir, y la persona virtuosa se asocia a la idea de una persona con integridad y plenitud. 

La honestidad exige ser sincero con uno mismo y con los demás. Supone la integridad en el obrar, la decencia y la sinceridad. El honesto cuando no sabe algo, busca respuestas en lugar de improvisar o mentir. Esta virtud garantiza una mayor confianza del profesional con su entorno y le ayuda a prosperar.

La humildad supone reconocer los propios límites, los fallos, la aceptación de críticas o sugerencias y de la ayuda de los demás. Por eso, el humilde está siempre dispuesto a aprender de los demás, ya que nadie es perfecto. Esta virtud nos hace estar más abiertos a la verdad y a las enseñanzas de los demás.

Otra virtud, importante en estos tiempos, es la coherencia que nos ayudará a alinear nuestra forma de pensar con nuestra forma de actuar a pesar de las dificultades. La persona coherente proporciona serenidad en los momentos difíciles porque es más fácil saber cómo va a reaccionar.

En este siglo, donde la rapidez y la inmediatez se ha instalado en todos los ámbitos de nuestra vida, se hace necesario cultivar la paciencia. El ejercicio de esta virtud nos hace más comprensivos con los demás, nos ayuda a aceptar dificultades y a saber esperar con serenidad. La paciencia va de la mano de la prudencia, que permite tomar decisiones acertadas, discerniendo lo que es bueno y conveniente en cada momento del ejercicio profesional. Es una virtud que se basa en la experiencia y el buen juicio, y que se desarrolla a través de la reflexión y la deliberación. 

La generosidad implica: darse uno mismo, es decir, poner nuestro tiempo, nuestros conocimientos y nuestra experiencia al servicio de los demás. Sin duda, esa forma de proceder genera nuevas oportunidades y siempre es beneficiosa.

La fortaleza para seguir adelante cuando todo parece venirse abajo, cuando arrecian las dificultades (...). Hay que confiar en uno mismo y seguir contra viento y marea, y tener el valor de defender lo justo o de realizar acciones arriesgadas. Fortaleza para resistir y valentía para arriesgar cuando sea necesario a pesar del miedo propio o ajeno. Un profesional valiente es el que es capaz de denunciar las prácticas injustas, la mala gestión de los recursos, los abusos de poder, (...), aunque le generen conflictos.

La constancia es la firmeza de ánimo en las resoluciones y en los propósitos para para seguir adelante a pesar de las dificultades o aunque se sienta la soledad de un corredor de fondo. La persona constante fortalece su voluntad y es consciente de que con su esfuerzo logrará sus objetivos profesionales. Además, la persona voluntariosa suele ser más empática y sensible a las necesidades de los demás lo que le ayudará a crear un ambiente profesional de confianza. 

La última virtud que quiero mencionar y en la que seguramente todos pensamos es la responsabilidad. Ésta exige implicarse profundamente con el trabajo a desarrollar y comprometerse firmemente con nuestro equipo y con nuestra empresa. En la vida es crucial ser responsable de nuestras acciones, ideas y emociones. Esta virtud nos lleva a asumir las responsabilidades profesionales como propias, y buscar la mejor forma de desarrollar nuestro trabajo, incluso cuando hay dificultades. Ser responsable es duro, porque a veces supone asumir fracasos, pero hay que pensar que de los fallos también se aprende. El ejercicio de esta última virtud requiere disciplina que fomenta la constancia y el orden, fundamentales para alcanzar objetivos a largo plazo.

Podría decirse que todas estas virtudes conforman el carácter de un profesional maduro, confiable y respetado. Ciertamente, estas cualidades no son habilidades técnicas, pero muchas veces son más determinantes para el éxito personal y la buena interacción que es esencial para lograr los objetivos profesionales del equipo. Sin duda, el buen profesional debe ejercitarse en el desarrollo de más virtudes como el orden, la empatia, la amabilidad (...). El elenco de éstas puede ser amplio, variado y especifico según el tipo de profesión.

Y para terminar, como si de la mejor tarjeta de visita se tratase el buen profesional debe llevar puesta siempre una sonrisa, debe ser amable y respetuoso con los demás. Estas últimas virtudes son como la llave y la vaselina que facilitan las interacciones entre los profesionales de un trabajo, lo hacen más agradable y más fructífero.

Te animo a hacer tuya esta tarjeta de visita y a esforzarte por adquirir o mejorar en aquellas otra virtudes que sientas que te harán ser el mejor profesional de tu ámbito laboral, y así desterrar esos comportamientos postcovid que a nadie nos gustan.