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Por los pelos Por los pelos
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Elena Gómez

Rosalía dejó ver sus brazos desnudos durante la Semana de la Moda de París y el mundo perdió la compostura. No por su atuendo futurista, ni por su presencia magnética, sino por algo infinitamente más pequeño. Unos cuantos pelos blancos en las axilas bastaron para que, en segundos, las redes sociales se convirtieran en la “santa” inquisición estética y, en tan solo unas horas, el tema copara las escaletas de los programas de prensa rosa, con tertulianos clamando por la depilación como deber cívico.

En pleno 2025, el debate no se centra en la precarización laboral femenina, ni en la brecha salarial. No. La batalla cultural de esta semana es sobre si una mujer tiene derecho a levantar los brazos sin pedir disculpas por su biología.

Lo que hay en las axilas de Rosalía no es vello, es un espejo. Y a mucha gente no le gusta lo que refleja, una incomodidad profunda con la libertad de las mujeres, incluso la libertad más básica, la de decidir sobre su cuerpo sin necesidad de complacer al ojo ajeno. Porque cuando una mujer poderosa rompe una regla estética, deja en evidencia que esas reglas existen. Así, la decisión de la cantante se ha convertido en un manifiesto involuntario. En un recordatorio de que seguimos midiendo la emancipación femenina en centímetros de piel lisa. Lo que escandaliza no es el pelo, sino la desobediencia.

Y es que detrás de este debate superficial late un trasfondo incómodo: el control sobre el cuerpo femenino como último bastión del patriarcado cotidiano. La idea de que las mujeres deben ser visualmente agradables a la vista de los demás, que su aspecto debe estar al servicio del deseo ajeno. Cuando una artista como Rosalía desafía eso, no se está “abandonando”, está ejerciendo la soberanía sobre su cuerpo.

El escándalo dice mucho menos de Rosalía que de quienes se escandalizan. Su axila es solo una excusa para medir cuánto hemos avanzado —o cuánto seguimos estancados— en la aceptación de la libertad femenina. Y mientras debatimos sobre pelos, el pensamiento colectivo sigue más depilado que nunca.