Querido lector: en el mes de julio conocíamos el informe Redes que atrapan (elaborado por Save the Children), que alertaba que, de más de 1.000 jóvenes, un 97 % refería haber sufrido algún tipo de violencia sexual en entornos digitales cuando eran menores de edad. Una cifra inquietante.
Hace tan solo unos días, la misma organización daba a conocer un anexo (La trampa de la autoexposición. Nuevas dinámicas de explotación sexual en el entorno digital) cuyos datos son también muy preocupantes:
- Uno de cada cuarenta jóvenes en nuestro país afirma haber recibido dinero, regalos o favores por material sexual cuando aún eran menores.
- Casi uno de cada tres considera que vender contenido íntimo es una forma “legítima” de ganar dinero.
- Más de un tercio de los jóvenes vio, en su infancia, anuncios o mensajes en redes que ofrecían ganar dinero vendiendo contenido íntimo.
Estas cifras nos deben invitar a hacer una reflexión profunda como sociedad.
La continua exposición, a edades cada vez más tempranas y en el entorno online, la hipersexualización feroz de su imagen, la banalización de las relaciones, la falta de cualquier pudor o recato, unida en muchos casos a una baja autoestima, a soledad y a falta de afectos, entre otros factores, pueden estar causando estragos entre los más jóvenes.
Hace años que sabemos que existe, en el espacio online, un mercado de intercambio de contenido para adultos que mueve jugosas cantidades de dinero seduciendo a mentes adultas. El problema es que mentes frágiles, que están aún en pleno desarrollo, conocen también estas plataformas, cómo funcionan, las cuantías que pueden obtenerse y, en el peor de los casos, ya habrán accedido a ellas.
Si realmente nuestros menores están interpretando que el empoderamiento pasa por recibir dinero a cambio de contenido sexual, nuestro fracaso educacional está siendo estrepitoso.
¡Hasta la próxima columna, querido adulto responsable!
