A veces, la vida nos arrebata sin previo aviso aquello que con tanto esfuerzo hemos construido. Y a veces, también, nos sorprende la fuerza con la que podemos volver a levantarlo. Hoy escribo con el corazón en un puño, con orgullo y emoción, para contar cómo mi primo Juan ha logrado devolver la vida a su tienda de deportes en Catarroja, arrasada durante la dana de octubre de 2024.
Nunca olvidaremos aquel día, las incontables pérdidas personales y materiales, la incertidumbre por la falta de comunicaciones, la impotencia por no poder ni acercarnos a los pueblos dañados. Pero esta columna no va sobre la tragedia. Va sobre lo que vino después.
Cuando localizamos a Juan y el resto de la familia, empezaron a llegarnos imágenes del desastre, no se podía salvar nada, fue desolador. Su negocio familiar se inundó de barro hasta el techo y su vivienda en la trastienda quedó arrasada. Juan, sin embargo, no se permitió hundirse. "Esto lo levantamos", nos decía como un mantra que lo ha mantenido en pie durante 200 días.
Y él y sus hermanos lo levantaron. Hubo amigos y voluntarios de toda España que ayudaron a limpiar. Llegaron poco a poco las ayudas públicas y privadas. Y la familia, dispersada por muchos lugares, pero muy unida, se volcó en todo lo que pudo: desde pequeñas aportaciones económicas hasta cobertura profesional.
Esa generosidad y la fortaleza de Juan hicieron posible que hoy la tienda vuelva a estar abierta, más bonita que nunca. Con cada estante reconstruido, cada producto colocado con mimo, se cuenta una historia de comunidad, de resistencia, de cariño.
No puedo negar que al ver de nuevo el letrero encendido me cayó alguna lágrima. No solo porque es el negocio de mi primo, sino porque representa algo mucho más grande: que cuando todo parece perdido, aún hay redes que sostienen, manos que ayudan, y corazones que no se rinden.
Valencia ha sufrido, sí. Pero también ha demostrado que sabe sanar. Y la tienda de Juan es solo un ejemplo de ello. Gracias, de corazón, a todos los que hicieron posible este regreso.
