Por Alberto Gracia
Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de Psicara abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. Hoy te vamos a pedir que te vayas acomodando en tu butaca del teatro. La función está a punto de comenzar.
Se levanta el telón. “¿Toda la pared es un espejo?” Efectivamente, te presento la función de “Tu vida”. Sube al escenario; tienes el guion y ya te lo sabes. ¿No querrás hacer esperar a tus amistades y familiares que han venido contigo al teatro?
Primer acto: nuestra persona protagonista entra a escena. El entorno es tu contexto habitual de vida: tu personalidad, tu casa, tu trabajo o centro de estudios, tu bar de confianza, tus familiares y amistades… Empiezas a leer el guion, pero algo no cuadra del todo. Esa persona no eres completamente tú: no tienes claro si muestra quién eres o si estás actuando como un personaje para ti y/o para tu público. Se baja el telón.
Aprovecha este momento donde están cambiando los decorados. ¿Qué está ocurriendo? Has pasado de ser el actor o actriz principal a un personaje forzado y secundario. Aparentar hacer un papel que no crees que te corresponda ni te defina. ¿De dónde proviene ese falso personaje? Muy probablemente, si sueltas un momento el guion y paras a pensar en ello, encuentres un miedo (de mayor o menor intensidad) a no ser aceptado o amado; e incluso al fracaso en su sentido más amplio (académico, social, personal o afectivo; por ejemplo). Este miedo, en un primer momento de nuestra infancia, podía cumplir una función: aprender conductas que dan mayor premio y te adaptan a tu medio para conseguir más beneficio y atención. ¡Y no está mal, es adaptativo!
El problema es cuando pasa a devorarte tu papel. Cuando en vez de una persona viviendo su propia vida pasas a ser un actor interpretándose a sí mismo; buscas ser el personaje que el público quiere ver. ¡Llenar todos los asientos del teatro! Dicho de forma más técnica, se construye un autoconcepto ficticio basado únicamente en las opiniones de los demás y en la búsqueda de aceptación de estos.
¿Recuerdas los pases (artículos) anteriores? Te refresco la memoria: el autoconcepto es la imagen que tenemos de nosotros mismos. Esta viene determinada por múltiples factores; pero no tenemos tiempo… ¡La obra continúa!
Segundo acto: la reacción de y con los otros. “¡Otra vez ese dichoso espejo!”. Pero esta vez es diferente; es más como un cuadro donde se te ve a ti mismo rodeado por un marco y sin poder interactuar con el exterior. Son esas amistades y familiares quienes lo están mirando y no tú. ¡Y tienen una copia de tu guion! Toman anotaciones: cómo creen que eres, qué funciones y roles cumples con ellos, si te admiran o evitan, características que te definan, etcétera. Cae el telón.
Tercer acto: comparando guiones. Esta vez la escena se ha dado la vuelta, pero no ha habido cambio de decorado. Tú tienes los guiones a tu disposición y escritos bajo tu percepción de las obras (vida) de todas las personas que conoces. ¡Y vuelve a aparecer tu propio guion! Irremediablemente vas a comparar las funciones… “¿Cuál creo que venderá más entradas? ¿cuál tendrá más éxito?”.
Fin de la obra. El escenario se vacía. Te quedas solo recogiendo materiales, y aparecen esos guiones del acto dos que tus seres queridos han hecho de tu vida. Empiezas a leerlos: “continuamente está alegre, nunca se enfada ni está triste”, “es muy inteligente y capaz”, “tiene muy poca paciencia; no se le puede decir nada”, “suele escucharme y me gusta cuando también comparte sus preocupaciones, aunque le cueste”, … ¡Uf, tanta información es abrumadora y solo llevas una hoja!
Probablemente si continúas leyendo, más allá de acabar agotado, encontrarás que la percepción que tienen de ti no suele cuadrar al cien por cien con cómo te percibes (¡cuidado, no únicamente en los aspectos positivos!) y tu grado de identificación varía. Hay cosas que considerarás que si te definen correctamente (por ejemplo, tu apertura a escuchar a los demás) pero habrá otras muchas líneas que te alejen de tu “yo ideal” y te desmonten completamente tu “yo real” (por ejemplo, que sientan que no tienes grandes preocupaciones).
Es cierto que este pase de tu función ha acabado, pero toca el momento de hacer la autocrítica para futuros nuevos pases. En muchos casos, verás que la forma en que te ves, que los demás te ven, cómo te gustaría verte y cómo te gustaría que te vieran no coinciden. O, lo que es lo mismo, hay una incongruencia en tu autoconcepto. Recapitulemos la obra que acabas de ver: el autoconcepto viene definido, entre otras cosas, por la reacción de los demás, las comparaciones que haces con las características de los que conoces, tu personalidad, tu autopercepción de valía, tus roles sociales y el grado con el que te identificas con esos roles establecidos. Con esta mezcla de factores inseparables, es lógico esperar un poco de caos y que unos tengan más peso; e incluso tomen el control de manera tóxica y dictadora. Encontrar personas que viven “actuando” constantemente un papel hacia los demás es cada día más común.
Tal vez te suene el personaje de la trabajadora que siente que no aguanta ni un minuto más ese ambiente laboral machista, pero se compara con su amigo y piensa “pobrecillo lo que tiene encima, y yo quejándome cuando podría ser peor… Mejor me aguanto”. O el del adolescente que esconde su orientación sexual a sus seres queridos por miedo al rechazo, llegando a tener relaciones heterosexuales por “aparentar”. Esas personas ancianas que se muestran fuertes para “no dar mal” a sus hijos, “que bastante mal les he dado ya”. O parejas que fingen estar bien, tras mucho tiempo de peleas, por miedo a una ruptura y porque “¿qué hago yo solo?”.
Si sientes que en tu obra de teatro, no estás siendo el personaje o que tu papel está siendo impuesto por el “qué dirán” o “qué dicen”. Si sientes que alguna de las actuaciones anteriores se asemeja a la tuya o, simplemente, estás fingiendo un papel que no quieres ser… ¡Que no cunda el pánico, hay solución! Puedes ser tú mismo como experto de tu vida y/o buscar otros “actores” que te ayuden en la puesta de escena (por ejemplo, amigos en los que confiar o profesionales de la salud mental), pues es probable que Roi Méndez, en su canción “La función”, ya dé alguna pista al cantar ”ojalá me vierais más veces sin guion. Poder cometer algún error; caerte mejor o peor”.
Aún puedes, reescribir tu propio guion, e incluso dejar que en ocasiones te vean sin él; no ser un personaje sino tú mismo.