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¿Por qué no soportamos estar mal emocionalmente? ¿Por qué no soportamos estar mal emocionalmente?

¿Por qué no soportamos estar mal emocionalmente?

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Grupo Psicara

Por Nuria Latorre Latorre

Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. El artículo de hoy aborda la baja tolerancia al malestar que se encuentra en ocasiones en la población: ¿por qué ocurre esto y qué podemos hacer?

La baja tolerancia al malestar es un problema que se puede observar en el día a día de las personas actualmente. Vivimos en una sociedad en la que buscamos la inmediatez y el alcance rápido de metas y objetivos, y eso hace que cualquier demora nos pueda generar frustración.

Existe un experimento muy famoso realizado en 1972 por el psicólogo Walter Mischel denominado el experimento del marshmallow, cuya traducción sería “el experimento del malvavisco”, donde se evalúa el grado de tolerancia a la frustración que tienen los niños y niñas. Éste consiste en dejar a los menores solos en una habitación durante unos minutos frente a unos malvaviscos o golosinas, explicándoles que no pueden comer nada hasta que la persona adulta vuelva a la habitación tras un tiempo de espera. Se determinó que aquellos que comían las golosinas antes de que pasasen los minutos estimados tenían una menor tolerancia a la frustración.

Al fin y al cabo, esas golosinas representan un premio, y con ello la aparición de una emoción placentera, que es lo que las personas tratamos de buscar en muchas ocasiones. Imagina que alguien crece obteniendo todo lo que quiere de forma inmediata o, que en nuestra intención de evitar que nuestros hijos e hijas sientan algún tipo de malestar, los sobreprotegemos concediendo sus demandas o evitando decirles lo que consideramos que no es correcto para no generar en ellos malestar.

Cuando no se obtiene lo que se desea aparecen emociones desagradables como el enfado, la tristeza o la decepción, entre otras. Lo que ocurre es que, en la vida real, en la del día a día, no hay siempre recompensas inmediatas y, si no tenemos la habilidad de tolerar el malestar podemos entrar en una especie de espiral. Es decir, la frustración es una emoción desagradable y por ende, en ocasiones tratamos de evitar sentirnos mal, por lo que caemos en una espiral sin salida: cuanta más frustración, a veces hay mayor evitación de una situación, y cuanto menos seamos capaces de afrontarlo y aceptarlo, mayor malestar aparecerá.

¿Cómo cortar esta espiral?

Tolerar el malestar es una habilidad que tiene una gran relación con la educación que hemos recibido, pero eso no exime que como adultos podamos decidir mejorar en aquellas áreas de las que flaqueamos, y entrenar esta destreza.

Como toda habilidad, el primer paso es tener el compromiso de adquirirla, sino, tendremos más barreras para conseguir avanzar en este sentido. Para ello, tendremos que probar a dar pasos hacia nuestra mejor versión, con el malestar de la mano. Pero, sentir malestar porque sí, ¿quién querría, verdad?

Sin embargo, ¿qué pasa cuando la habilidad de tolerar el malestar no está entrenada, y no nos permitimos estar cerca de un ser querido enfermo de cáncer, o nos queremos permitir abrirnos emocionalmente por una inseguridad, o no abandonamos a una pareja por no estar sola a corto plazo?

Una vez que estemos dispuestos y dispuestas a dar un cambio y mejorar, una de las primeras vías para empezar a ser capaces de sostener el malestar es la aceptación. Aceptar significa dar la bienvenida a experimentar las emociones, a tocarlas y sostenerlas, aun cuando estás son desagradables y no tenemos la posibilidad de influir sobre la situación que nos está creando sufrimiento.

Muchas veces la vida nos pondrá el malestar delante y entonces, aceptar será una fórmula más efectiva que tratar de hacer que desaparezca o evitarlo. Por tanto, la aceptación será una de las vías por las que podremos empezar a entrenar la tolerancia a la frustración.

Desde luego, se requiere entrenamiento y movilización hacia el cambio, y en ocasiones ayuda profesional para adquirir esta capacidad de aceptar, pero como dijo el psicólogo Carl Jung “lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma”.