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Cielos eléctricos: ¿cómo volaremos en 2035? Cielos eléctricos: ¿cómo volaremos en 2035?
Avión eléctrico eVTOL de la policía nacional en el X Aniversario del aeropuerto de Teruel, marzo 2023

Cielos eléctricos: ¿cómo volaremos en 2035?

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Alejandro Ibrahim

La electrificación de la aviación se perfila y se está estableciendo como uno de los grandes retos tecnológicos y ambientales de las próximas décadas, la sostenibilidad de la aviación es un camino sin retorno. Por ello, aviones eléctricos, taxis voladores y propulsión con hidrógeno prometen transformar la manera en que viajamos, aunque el camino está lleno de desafíos.

La urgencia de un cambio

La aviación representa en torno al 2,5 % de las emisiones globales de dióxido de carbono. Aunque no es la principal fuente de gases de efecto invernadero, su crecimiento constante y la dificultad de descarbonizar el sector la convierten en un foco de atención. Mientras los automóviles avanzan hacia la electrificación masiva, volar sigue siendo un desafío energético: levantar un avión exige densidades de potencia que las baterías aún no pueden proporcionar.

Sin embargo, la presión social, los objetivos climáticos internacionales y la innovación tecnológica han abierto un horizonte que hace apenas unos años parecía inalcanzable: el de un cielo más limpio y silencioso.

Tecnologías en desarrollo

Los fabricantes y startups trabajan en varias vías paralelas con grandes posibilidades:

- Aviones eléctricos a batería. Adecuados para trayectos cortos, de menos de 300 kilómetros. Empresas como Pipistrel ya comercializan modelos ligeros de entrenamiento, y proyectos en Estados Unidos y Europa buscan extenderlos a rutas regionales.

- Híbridos eléctricos. Combinan turbinas convencionales con motores eléctricos para ampliar la autonomía. Son una opción intermedia mientras la tecnología madura.

- Propulsión con hidrógeno. Utiliza pilas de combustible que generan electricidad sin combustión. Airbus, ZeroAvia y otras compañías ya han realizado vuelos de prueba. El gran obstáculo es la infraestructura necesaria para producir y almacenar hidrógeno verde a gran escala.

- eVTOL urbanos. Los llamados taxis aéreos eléctricos, capaces de despegar y aterrizar verticalmente, avanzan hacia sus primeras certificaciones. Firmas como Joby Aviation, Lilium o Volocopter prevén iniciar servicios piloto antes de 2030 en ciudades como Dubái, París o Singapur.

Retos técnicos y regulatorios

El principal desafío sigue siendo la densidad energética. Una batería de última generación almacena una 50 veces menos energía que el queroseno en la misma masa. Esto limita el alcance y la capacidad de las aeronaves. La industria confía en que la mejora gradual de las baterías y la llegada del hidrógeno permitan dar el salto.

La certificación de la aeronave es otro cuello de botella. La seguridad aérea es estricta por definición, y validar nuevas tecnologías requiere años de pruebas, documentación y regulación. A ello se suma la necesidad de desplegar una infraestructura adecuada: aeropuertos con cargadores de alta potencia, electrolineras de hidrógeno y corredores aéreos urbanos claramente delimitados.

Por último, está la aceptación social. La idea de subir a un taxi volador autónomo puede despertar tanto entusiasmo como recelo. La confianza pública será tan determinante como la tecnología.

Escenarios hacia 2035

Los expertos manejan varios escenarios plausibles para dentro de una década:

- Ciudades eléctricas. Los eVTOL operan como lanzaderas rápidas entre aeropuertos y centros urbanos, reduciendo la congestión y el ruido, mejorando la conectividad al evitar carreteras.

- Regiones con hidrógeno. Rutas de corta y media distancia, especialmente en islas y zonas rurales, se cubren con aeronaves de 20 a 50 plazas impulsadas por hidrógeno.

- Modelo mixto. La aviación comercial de largo radio sigue dependiendo de combustibles sostenibles (SAF), mientras lo eléctrico e híbrido se consolidan en el transporte regional y urbano.

Oportunidades y riesgos

El impacto potencial de esta transformación es enorme. Una aviación eléctrica reduciría emisiones, ruido y costes operativos, abriendo nuevas oportunidades de conectividad para regiones aisladas. También podría impulsar industrias enteras, desde la fabricación de baterías y pilas de combustible hasta el desarrollo de software para gestión de tráfico aéreo.

Pero los riesgos no son menores. Si no se avanza en la regulación del espacio aéreo bajo y en el reciclaje de baterías, la promesa de sostenibilidad podría verse comprometida.

Mirando al futuro

En palabras de un ingeniero europeo implicado en proyectos de propulsión eléctrica: “Estamos en una etapa similar a la aviación de los años veinte: los aparatos son experimentales y limitados, pero la promesa es enorme. La diferencia es que ahora no buscamos solo volar más lejos, sino hacerlo sin hipotecar el planeta”.

De aquí a 2035, el cielo podría estar poblado por aeronaves silenciosas y libres de humo, aunque el viaje hasta allí será largo y complejo. Lo que parece seguro es que la aviación no volverá a ser la misma: los motores eléctricos ya están volando, de forma incipiente pero el rumbo apunta hacia un futuro más limpio y eficiente.