Síguenos
El primer Ensanche, una nueva ruta turística El primer Ensanche, una nueva ruta turística
La racionalista Casa (del) Barco

El primer Ensanche, una nueva ruta turística

banner click 244 banner 244
Serafín Aldecoa

Primero fue el mudéjar, un estilo artístico que hunde sus raíces en el medievo turolense y que, con el paso del tiempo, ha entrado a formar parte de la identidad de Teruel y provincia. Sin interrupción casi, le siguió el neomudéjar con ejemplos en el siglo XVII, pero, sobre todo, en varios inmuebles de la capital de época contemporánea (Escalinata, Casino turolense, Instituto…) y con arquitectos entusiastas de este estilo como Antonio Rubio.

A continuación, se “descubrió” el modernismo, hasta entonces olvidado, gracias a los trabajos del arquitecto Antonio Pérez Sánchez, especialmente a través de su libro El modernismo en la ciudad de Teruel, editado por el Instituto de Estudios Turolenses que bien merecería una reedición y las recreaciones de época de la Semana Modernista.

Pero faltaba el Ensanche, el área próxima al Viaducto. Faltaba conocer y mostrar la arquitectura y el urbanismo de esa parte de la capital que le permitió expandirse y a la que no se le ha prestado apenas atención hasta ahora, entre otras razones porque las visitas guiadas solo han recorrido el interior del casco urbano histórico y nunca han salido de él. Por esta razón, hoy queremos reivindicar este espacio urbano como lugar imprescindible para el conocimiento completo del patrimonio histórico-artístico de la ciudad de Teruel.

Los arquitectos Juan Antonio Muñoz Gómez y, sobre todo, Luis González Gutiérrez, planificaron y concibieron el primer Ensanche de la ciudad de Teruel como una especie de ciudad-jardín plena de proporciones y de estilos, con su arbolado y un parque rodeado de estructuras arquitectónicas modernas.

Esta área urbana de la capital es la que va desde el final del Viaducto viejo, acabado de construir e inaugurado en 1929, y el neomudéjar Instituto de Higiene (1929-1930) hasta el parque de los Fueros, construido en los años setenta del siglo pasado sobre una escombrera de la Guerra Civil. El segundo Ensanche, el que viene a continuación, ya sería un grave desatino.

 

El neomudéjar Instituto de Higiene de Juan Antonio Muñoz


Alguna vez ya dije que era una pena que los visitantes de la ciudad se pierdan el equilibrado monumento a José Torán (1935) del renombrado escultor Victorio Macho, costeado por suscripción popular; la en su tiempo discutida plaza de toros (1930-1935); la señorial Villa María (1933) y el acristalado edificio de viviendas colindante (1934); el modificado y funcional inmueble del colegio Ensanche (1932) y la racionalista y audaz Casa (del) Barco (1934) del ingeniero Gómez-Cordobés, entre otras obras de interés arquitectónico.

Además de todo ello, también merece mencionar una serie de construcciones, la mayoría viviendas unifamiliares, que en los años treinta significaron una ruptura con toda la tradición anterior y la incorporación de Teruel a la modernidad, a las vanguardias arquitectónicas del momento: racionalismo, regionalismo, historicismo funcionalismo...

La ciudad antigua, constreñida dentro de su casco antiguo, con la zona amurallada desbordada, rompía con el tradicional neo/mudejarismo turolense e incluso con el modernismo de principios del siglo XX de la clase burguesa y ampliaba su territorio de expansión a un Ensanche en el que se proyectaron arquitecturas ya aplicadas anteriormente en otros territorios pero que para Teruel no dejaban de ser novedosas en los años treinta del siglo pasado.

Una vez erigido el Viaducto, que también costó lo suyo, fue a partir de 1932 cuando se empezaron a urbanizar las llamadas “Viñas o Planos del conde la Florida”, sobre todo para remediar la persistente crisis social de trabajo de los años treinta coincidente con el inicio de la II República en abril de 1931.
 

Restos de lo que fueron los Jardincillos


Después de varias subastas, los solares se fueron adjudicados a varios propietarios que aprovecharon para construir allí sus viviendas familiares. Destaquemos a dos de ellos: los ingenieros Fernando Hue de la Barrera y José Torán de la Rad a los que se consideraba “padres” del Viaducto viejo y a los que, además, se les dedicó una calle en esta zona.

El Ayuntamiento, gobernado por concejales de la Conjunción Republicano-Socialista, vendió las parcelas y se empezó a construir de acuerdo con un plan urbanístico racional y moderno con calles anchas y rectas dejando las llamadas “actividades molestas” (comercios, talleres…)  para la parte izquierda de la carretera de Sagunto, mientras que en la parte izquierda se situaría la zona residencial, con viviendas unifamiliares la mayoría.

Además, se imponían una serie de restricciones y normas urbanísticas como que las casas no debían superar los 12 m. de altura junto a la obligación de reservar en cada solar un espacio (dos por siete metros) para jardín y/o arbolado; se alzó el que iba a ser el primer parque que tuvo la ciudad hoy bastante transformado y deteriorado precisado de una restauración acorde con su imagen inicial. Finalmente, se obligaba a la construcción de las llamadas casas baratas.

Actualmente se pasa rápidamente con el tren turístico por estas calles, pero todo este conjunto –urbanismo y arquitectura- bien merecería mostrarse al visitante foráneo – y también al local- junto a una breve explicación, por lo que entendemos que todo lo expuesto sería suficiente para realizar una nueva ruta turística junto a las ya existentes en la ciudad. solo se valora lo que se conoce.