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Memoria de los alcaldes republicanos ejecutados Memoria de los alcaldes republicanos ejecutados
Cartel de la Semana de Memoria Democrática

Memoria de los alcaldes republicanos ejecutados

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Serafín Aldecoa

El Gobierno de Aragón acaba de celebrar una Semana dedicada a la Memoria Democrática desde el 27 de febrero al 3 de marzo pasados, fecha esta última destacable porque coincide con el aniversario del terrible bombardeo que sufrió la ciudad de Alcañiz por parte de la aviación franquista y que ha estudiado ampliamente José María Maldonado en una tesis doctoral.

Los actos han estado dedicados este año a homenajear a los alcaldes, concejales y empleados públicos que habían ejercido sus cargos durante la II República en toda la región aragonesa y que sufrieron la represión franquista al iniciarse la sublevación  militar el 18 de julio de 1936, durante y después de  la Guerra Civil. Ellos han sido los grandes olvidados durante la Transición democrática y con la Democracia.

Oficialmente se ha establecido este 3 de marzo como el “Día de la Memoria Democrática de Aragón”, pero como parece ser que a los de Teruel no nos dan arte ni parte en estos eventos memorialistas, desde esta tribuna hablaremos de estos alcaldes turolenses pasados por las armas a los que un manto de olvido se ha posado sobre ellos y nadie se ha dignado a recuperar su memoria.

Estos ediles que rescataremos en estos dos artículos, no de forma genérica sino con nombres y apellidos, eran vecinos cuyas únicas “culpas”, en muchos casos, se limitaban a seguir las disposiciones oficiales promulgadas por el Gobierno republicano como la secularización de los cementerios o realizar la acción de  quitar los crucifijos de las escuelas si no lo habían hecho antes  los maestros.

Por nuestra parte este tema nos venía rondando por la cabeza desde hace tiempo, lo teníamos pendiente  pues queríamos  escribir sobre él, sobre las autoridades locales fusiladas de cada pueblo y, sobre todo, porque la sociedad turolense tenía –y tiene- una deuda de reconocimiento y homenaje a estos munícipes que intentaron mejorar la vida de sus ciudadanos y que pagaron con su vida su actividad política.

Nos referiremos en estas dos entregas exclusivamente a los alcaldes y aunque no hablaremos de todos porque de algunos de ellos no disponemos de suficiente información, sí que vamos a referirnos a unos cuantos de los que conocemos  parte de  su trayectoria política, de sus actividades y de su repercusión en la vida de sus ciudadanos.

Recordatorio

De los alcaldes de la ciudad de Teruel durante la II República ya hemos escrito en otro momento por lo que no nos detenemos en ellos. Simplemente recordemos que el actual Ayuntamiento, con el voto en contra de los concejales del PP, acordó colocar  una placa a la entrada del inmueble consistorial con el nombre de los alcaldes ejecutados Pedro Fabre Vicente (Izquierda Republicana) y Ángel Sánchez Batea (Partido Socialista), y al que murió en una cárcel, José Borrajo Esquiu (Partido  Republicano Radical) pero han transcurrido más de dos años de haber tomado aquel acuerdo y la alcaldesa y sus adláteres siguen negándose a cumplirlo pese a las voces y presiones que ha recibido en este sentido desde diferentes sectores.

Recordemos también que hace unos meses -esta es la excepción que confirma la regla-la Diputación provincial  homenajeó a Ramón Segura Ferrer que fue alcalde de Valderrobres (Partido Radical Socialista, PRS-IR) pero en este caso se debió a que ocupó el cargo de presidente de la Diputación.

Fue un hecho hasta entonces inaudito y excepcional en este Teruel con profunda amnesia, ya que era  la primera vez que una institución oficial de la provincia dedicaba un homenaje a una autoridad que ocupó un cargo institucional durante la II República y como tal fue ejecutado por el ejército sublevado.

En cuanto a los alcaldes de la provincia, alguno como el de Calamocha, Ángel Gómez Górriz (Sindicato de Trabajadores de la Tierr-UGT), consiguió escapar por la puerta de atrás de casa que llevaba al corral cuando iba a ser detenerlo y marcharse al exilio. Los de Villarquemado no tuvieron esa suerte y dos de ellos fueron ejecutados  posiblemente en los Pozos de Caudé a donde fueron  trasladados en un camión con más de treinta vecinos una noche de primeros de octubre de 1936.

El primero, Nicolás López Aguar, de 60 años y hombre de prestigio, posiblemente afiliado al Sindicato Trabajadores de la Tierra de UGT, se preocupó, entre otras cosas, por intentar solucionar la crisis agraria y laboral que padecían los vecinos de su pueblo y también por mejorar su  nivel cultural por medio de la instalación de una biblioteca considerada “modélica” por el inspector de bibliotecas Juan Vicens . No solamente fue ejecutado él, sino que también lo fue un hijo suyo, Heliodoro López

El segundo alcalde ejecutado de Villarquemado fue Teófilo Villel Sánchez que ocupó la alcaldía unas semanas tras el paréntesis protagonizado por Efrén López Ferrer. Le pudo perjudicar el haber sido designado alcalde por el gobernador del Frente Popular Domingo Martínez Moreno. Para concluir esta afrenta irracional, diremos que también fueron ejecutados cuatro concejales: Félix Lereu, Leoncio Martínez, Roque Torres Ramos y Agustín Aldabas.