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Tormenta política y cambio de marea Tormenta política y cambio de marea

Tormenta política y cambio de marea

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Manuel Campo Vidal

La luna provoca subidas y bajadas de la marea, de pleamar a bajamar. Como las encuestas políticas. Pero saben los aficionados a la navegación, que los martes, aguas partes. Todo al revés. En ese punto está el escenario político español. Ni el CIS de Tezanos, es capaz de poner al PSOE por delante. Y sumando lo que queda a las débiles aportaciones de sus socios, la navegación de los próximos años -veremos cuántos- se anuncia plácida para una mayoría sobrada de populares y ultraderechistas. Como en otros países.

A esa previsión sugerida por los últimos acontecimientos, quedan tres potentes incógnitas por incorporar: el posicionamiento final de Alberto Núñez Feijóo; la capacidad de los socialistas de regenerarse desde su suelo, apoyándose en el poder femenino alternativo convocado por Pedro Sánchez; y la dirección del voto centrista desamparado que huye del escándalo del trío tóxico Cerdán-Ábalos-Koldo pero que teme los desperfectos sociales, estéticos y de convivencia del gobierno que viene, por la intransigencia de Vox. Su chantaje ya liquidó organismos y políticas sociales en las autonomías donde son imprescindibles para gobernar, léase Valencia, Murcia, Extremadura o Castilla-León.

“Esperando a Núñez Feijóo”, titula Jordi Juan, director de La Vanguardia, reclamando al Feijóo de la Xunta de Galicia en vez del actual que se supera en descalificaciones, rodeado de personajes agresivos como Miguel Tellado y Ester Muñoz. Aseguró hace tres años al llegar que “yo no he venido a insultar a Pedro Sánchez, sino a ganarle”. “Cuando vas por delante en las encuestas, no hace falta mostrar sobreexcitación por llegar al poder. Basta con presentar tus propuestas y esperar”, escribe Jordi Juan. Huérfanos de propuestas por ahora, salvo la previsión de Aznar en el feliz Congreso de Madrid, donde se aplaudió al valenciano Mazón, de que Pedro Sánchez irá a la cárcel por la amnistía.

Sobre la capacidad de recuperación del PSOE habrá que esperar y ver. Llamar a filas y empoderar a las mujeres, tan decepcionadas por el escándalo interno, es una salida interesante pero acaso insuficiente ante tanto desperfecto. “Si con irme se arreglaba el daño, me iba ya”, asegura Sánchez; pero sin divisar recambio, su entorno le pide que aguante. De momento.

Fuera de esos dos bloques políticos tradicionales, de popularidad de sube y baja, como la marea, quedan dos millones de ciudadanos que votarían a disgusto a cualquiera de ellos y no saben que hacer. Adolfo Suárez creó el CDS y obtuvo 19 diputados en 1989 precisamente para jugar como voto refugio y bisagra parlamentaria; pero al renovar la mayoría absoluta Felipe González, su proyecto se hizo innecesario.

Años después, Albert Rivera se alzó sólidamente como tercer partido, acaso decisivo, pero después de once años de dura travesía iniciada en Cataluña y cuando ya entraba en el puerto del poder de España, estrelló incomprensiblemente su barco contra las rocas. En privado, Rivera insiste en que la culpa la tuvo Sánchez; “como de todo en la vida últimamente”, se le podría replicar con ironía. Más bien, como indican algunos fieles, a Rivera lo convencieron de que podía comerse al PP y esperar a ser presidente sin ser vicepresidente de nadie. Marcó un hito insuperable: de abril a noviembre de 2019 pasó de 57 a 10 diputados. Y más tarde, su partido, a cero.

Por una opción así, inexistente o irrelevante ahora, suspiran dos millones de españoles que acabarán votando PP o PSOE; o quizás en blanco, como sugirió Felipe González. Aguas muy revueltas.