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Un comino Un comino
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Javier Silvestre

Les prometo que lo intento cada semana. Ya me lo dice mi padre: “¡Algo bueno habrá en Teruel, que sólo criticas lo que va mal!” Y no le falta razón. Pero creo que las columnas del buenismo deben circunscribirse a épocas del año muy concretas (Navidades, la Vaquilla y paren de contar) en las que nos podamos dar un respiro tanto los aludidos como un servidor. Mientras, hay que seguir señalando y denunciando. Es la obligación del periodismo (en este caso ciertamente opinativo) que brilla por su ausencia en nuestros lares.

¡Al lío! No hay día que no haya noticias que me pongan los pelos de punta. Esta semana, que si la caída de cascotes del Instituto Ibáñez Martín (para mí, que estudié allí, el de abajo de toda la vida y para los modernos, el rebautizado como Vega del Turia). Resulta que han tenido que desprenderse partes del torreón del edificio, caer a la puerta principal y al patio interior para que alguien del Departamento de Educación se diese cuenta de que el estado de conservación es deplorable.

Eso sí, se han puesto manos a la obra con mucha rapidez y han puesto unas vallas para que a la gente no se le caiga una teja en la cabeza cuando pasé por allí. Es decir, como siempre, actuamos como “consecuencia de”… lo que demuestra la falta de control sobre las cosas. Estoy seguro que hace meses que los responsables del Ibáñez Martín (Vega del Turia) ya habrían avisado de que ese torreón daba síntoma de no estar en perfectas condiciones. Porque los apliques de piedra no deciden caerse de golpe, al unísono y sin dar señales previas. Pero su llamada habrá sido tan útil como levantar el teléfono y marcar el recién estrenado 047 para que el ministerio de Vivienda te diga cómo acceder a un piso.

Ojalá pierda la apuesta, pero entre que en invierno se condensa el agua y se forma hielo, que luego hay alumnos y que en verano hace sol… con suerte conseguimos que los alumnos del instituto puedan entrar en el centro sin casco antes de 2026. Al tiempo.

Otro hundimiento del que no tenía constancia y me ha dejado preocupado es el que ha denunciado Tomás Guitarte: los hundimientos que se han producido en los túneles de la línea de tren Zaragoza-Sagunto. ¡Resulta que ha habido mínimo tres! El más grave en Jérica, donde ha quedado sepultada hasta la maquinaria. Por suerte, apuntan desde Teruel Existe, el accidente se produjo durante el fin de semana “y no hay que lamentar muertes”.

Tengo la sensación de que estamos siempre caminando al filo de una navaja extremadamente afilada y que bastantes milagros ha habido ya. No volveré a enumerar los hundimientos ocurridos en Teruel capital, pero esta sensación de desprotección se repite sea cual sea la administración implicada (local, provincial, autonómica o estatal). ¿Qué narices está pasando? ¿Por qué cuando más impuestos se recaudan peor se hacen las cosas?

Nos entretienen con polémicas partidistas que poco afectan al ciudadano y nos distraen de lo importante: de la obligación que tienen de protegernos y evitar que nos hundamos. Pero ya les digo, les importamos un comino.

Y una despedida

No quiero acabar esta columna sin darle un afectuoso abrazo a los familiares de Carlos Sabino. Cada año era una tradición preguntar de qué se había disfrazado en la Vaquilla, buscarlo, hacerse una foto con él y brindar una vez más.

El que no tenga una foto con Sabino algún domingo o lunes de la Vaquilla no puede considerarse un auténtico vaquillero. Sigue repartiendo alegría allá donde estés, Carlos.