Esta semana, al hilo de la celebración del Día de las Personas con Discapacidad, me han vuelto a preguntar en varias ocasiones qué tal es la accesibilidad de la ciudad de Teruel. Un poco harta de que siempre salgan a relucir las barreras arquitectónicas, suelo contestar con desgana que como siempre: regular tirando a mal. Hay poco interés, sobre todo por parte del sector privado, en facilitarnos la vida diaria.
A pesar de ello, a veces hay quien destaca en sentido contrario. Es el caso de la Fundación Amantes, pionera en materia de accesibilidad e integración de las personas con diversidad funcional. Siempre preocupados por suprimir barreras, este año han tirado a la casa por la ventana, convirtiéndose en el punto principal de celebración de este día tan señalado.
El martes pasado, el Mausoleo de los Amantes y la iglesia de San Pedro fueron un escaparate de lo que deberían ser los espacios públicos para que todos pudiéramos disfrutar de ellos. Suprimir barreras no se consigue solo poniendo rampas, sino que tenemos que concienciarnos de la importancia del lenguaje de signos, los pictogramas, el Braille, las señales sonoras, las exposiciones en 3D, y un largo etcétera. Porque discapacitados somos los que no podemos caminar, pero también los que no pueden ver, oír o entender al mismo nivel que los demás.
Además, esta celebración fue un ejemplo de colaboración entre asociaciones dedicadas a nuestro colectivo. Trabajar en una misma dirección cuando ello es posible, es el camino más recto para hacernos visibles.
Quiero destacar el momento estrella de la jornada. La Fundación ha puesto al servicio de aquellos que no puedan visitar la torre de San Pedro por sus propios medios, unas gafas de realidad virtual mediante las cuales sentirán que caminan por todos los rincones de la misma. Tuve la suerte de ser una de las primeras personas en probar la experiencia, y decir que fue emocionante se quedaría corto.
Enhorabuena por este tipo de iniciativas. Juntos seguiremos sumando.