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El proyecto

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Raquel Fuertes

Leía hace unas semanas en el Diario la odisea de una enferma de cáncer que tenía que recorrer cientos de kilómetros cada día para su sesión de apenas unos minutos de radioterapia. Si el diagnóstico de cáncer siempre es un mazazo que te pase en una provincia como Teruel es, además, un quebradero de cabeza logístico, por no hablar del desgaste físico adicional a la enfermedad. No creo que esos viajes ayuden mucho en el tratamiento y recuperación.

Pero, más allá de las miserias por las que se mueve la dotación sanitaria en las provincias que vaciamos, también a la España “llenada” llegan los efectos de la pobreza asistencial y de la mala gestión de recursos.

Les cuento. Mi compañera fue a hacerse la mamografía rutinaria. Era la primera, porque, si no recuerdo mal, se ha retrasado la edad de inicio de estos controles preventivo. Esperas no volver a tener noticias, pero a ella le avisaron rápido: le habían visto “unas cositas” y se las tenían que quitar. Así, sin paños calientes y prácticamente sin anestesia, le metieron en una máquina de precisión extraordinaria (“Es una de las que donó Amancio Ortega, así que ya puedes darle las gracias”, le dijo la enfermera) que permitía esa intervención de modo rápido y ambulatorio. Y la rapidez no es capricho cuando una de las opciones que se barajan es la palabra maldita.

El diagnóstico fue bueno, pero con precaución: “Vas a entrar en un proyecto y te llamaremos para revisiones cada tantos meses” (no recuerdo cuántos). Lo que era benigno corría el riesgo de malignizarse y cambiar de nombre.

Mi amiga, agradecida a los médicos y a don Amancio, esperó la siguiente llamada. Pasados los parones pandémicos le extrañaba no tener noticias después de ver lo rápido que había funcionado todo. Llamó y le dijeron que el proyecto se había cancelado “por falta de personal”. Moviendo cielo y tierra consiguió una mamografía estándar (en la misma máquina, ahora relegada a lo que en una oficina sería “hacer fotocopias”) de la que no espera llamada (‘no news, good news’) porque ya no hay proyecto, ya no hay seguimiento y las máquinas de altísima tecnología de poco sirven si no hay nadie que sepa hacer su magia. ¿No les remueve todo pensar que detrás de estos proyectos suspendidos hay vidas a la espera de diagnóstico o tratamiento perdidas en un limbo sanitario?