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Raquel Fuertes

La inteligencia artificial me propone al abrir un documento nuevo en mi ordenador escribir (imagino que ella misma) un cuento para dormir a un niño de 8 años. Seguramente no tendrá ni idea de cómo es un niño de esa edad en 2025 y pienso que quizás yo tampoco, pero sí tengo claro que ya no se les cuentan cuentos para dormir. Desgraciadamente, cuando uno es niño parece tener mucha prisa en quemar etapas y no sabe, como decía mi madre, que luego hay tiempo para todo.

Así que a los 8 años esencialmente lo que hay que hacer, aunque ya no quieran oír cuentos, es jugar. En estos ataques de nostalgia que propicia el verano he recordado cuando jugábamos a las cartas de la carpintería de mi tío, que estaba en la parte de atrás de bar de mi tía. Los primos y algún amigo se apuntaban a aquellas timbas sin malicia en la que se jugaba al asesino (se asesinaba guiñando un ojo, no vayan a pensar), al burro o al guiñote.

Y si nos dejaban salir a la calle ya se jugaba a pillar, al escondite o al bote-bote (las latas de refrescos nacieron por aquel entonces y guardábamos una para ratificar estruendosamente que habíamos descubierto a alguien). Y las bicis, y las eternas conversaciones bajo el olmo comiendo pipas, y las meriendas-excursión…

Sin olvidar los juegos en el mar. A la playa iba sólo los fines de semana antes del15 de julio. Cuando apretaba el verano valenciano y aún no nos habíamos trasladado al pueblo. Llegar, entrar al agua y sólo salir a almorzar era la pauta de aquellas mañanas inolvidables en las que la felicidad se tocaba con los dedos arrugados.

Hoy, más de 40 años después, en una playa de arena negra he podido ver los juegos de hoy y he sentido que no todo está perdido. Que, aunque los móviles fagociten conversaciones y se conviertan en el centro de interés, sigue habiendo niños y jóvenes que juegan, ríen, corren y saltan. Como mis sobrinas en la carrera de las fiestas del pueblo o los chavales que preparan sus gincanas en nuestros pueblos.

Juegos, en definitiva, que nos harán más fuertes frente a IAs que se ofrecen a escribir nuestros textos y quién sabe a qué más…