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Necesito unas vacaciones Necesito unas vacaciones

Necesito unas vacaciones

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Raquel Fuertes

Lo lancé así. A bocajarro, sin filtro y, por supuesto, como no me gusta hacer las cosas a medias, en el contexto donde más podía fastidiar. Un exabrupto inoportuno, inadecuado y carente de toda educación en el cual yo quedaba como princesita prepúber y mi amigo como un octogenario (por favor, aprecien el sarcasmo y mi autodesprecio) cuando la realidad es que compartimos grupo de vacunación. Semejante salida de tono solo puede ser tachada de mezquina y por mi comportamiento de bocachancla ofensiva a mí se me puede calificar exactamente como están pensando. Merecido lo tengo.

¿Que cómo acabó la cosa? Pues con mi amigo francamente dolido y conmigo pidiendo disculpas por tierra, mar y aire, fruto del más sincero y profundo arrepentimiento ante un comentario tan desafortunado que han pasado los días y me sigue sonrojando.

Con la edad una va puliendo cosas, pero quien tuvo retuvo y ese poso de metepatas (sobre todo con personas a las que aprecias sinceramente) parece que permanece. Es una pena que se nos esté acabando la excusa multifacética de la pandemia. Cualquier negligencia se podía imputar al estado de excepción como si lo extraordinario de lo vivido nos trastocara en lo que, en el fondo y en realidad, somos en esencia.

Y si no podemos culpar ni a la covid ni al boogie, ¿qué nos queda? Pues tal vez sea hora de volver a los grandes clásicos. Esos que no defraudan y a los que siempre nos podemos agarrar. Desde el estrés hasta la acumulación de responsabilidades. Pero, seamos prácticos, en esta época podemos apelar al “necesito unas vacaciones”.

Demasiado calor, demasiadas semanas acumulando tensión, demasiados temas complejos que acabamos gestionando como si fuésemos artistas en un semáforo esperando unas monedas antes de que se ponga verde… Todo influye para que, de pronto, nada fluya como debiera.

Un amigo decía que no había que tomar decisiones importantes en 2020. Propongo como disposición adicional que tampoco puedan tomarse durante las ocho semanas previas a las vacaciones. Y que la orden se prorrogue anualmente hasta que no hayamos encontrado una solución válida para vivir sin atropellos y con la sensatez por bandera… sobre todo en lo que afecta a los demás.

Así que ya saben: piensen todo dos y hasta tres veces. Más en este momento del año. O acabarán metiendo la pata con quien menos lo merece. Felices vacaciones.