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Vivir sin ella Vivir sin ella

Vivir sin ella

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Raquel Fuertes

“Ya se ha ido”. Con esas cuatro palabras supe que te habías marchado en medio del más triste de los tiempos en el que los abrazos omitidos arden en los brazos. Y más sabiendo que solo encontraríamos breve consuelo en ese momento único del abrazo entre los que te queremos.

Cinco años, seis meses, dos semanas y dos días. Eso ha durado tu enfermedad, Mari Carmen. Una mujer valiente, directa, dinámica, sincera, sarcástica, divertida, leal y buena como pocas. Así eras tú. Con una capacidad de disfrutar absolutamente encomiable: viajes, conciertos, lecturas, comidas, conversaciones, arte… Nada se escapaba a tus enormes ganas de vivir hasta que el cáncer apareció ignorando lo que tú eras en esencia: pura vida.

Amabas la música y, como toda tú, eras puro eclecticismo. Como no podía ser de otra manera, tu insurrección fue plantarle cara a la enfermedad con más vida durante los últimos años que hemos compartido contigo. Sabes que la vida seguirá igual porque hay otros que vienen tras de ti, Carmen y Daniel, que continuarán tu obra. Aunque hoy estén tristes, la educación y el amor que han recibido lo llevarán siempre consigo. Pero, no te lo voy a negar, hoy nos has dejado con el corazón partío. Tú me entiendes.

Ver la tristeza en los ojos de Juanjo, tu compañero de viaje y viajes, o la desolación en tu hermana, tu otra mitad, María José: “¿Cómo voy a vivir sin ella?”. Mientras yo me preguntaba algo mucho más simple, “¿Qué va a pasar ahora con la comida que quedó pendiente?”. Aprendido: esas deudas que conllevan momentos compartidos se han de saldar cuanto antes.

En ese adiós en el que nos hiciste escuchar “Mira siempre el lado bueno de la vida” no conseguiste lo que querías: que hubiese alegría en tu despedida. Somos muchos los que te queremos demasiado como para alegrarnos siquiera porque hayas dejado de sufrir. Nos has hecho rompernos, pero justo antes alguien había dicho: “lloremos, pero demos las gracias por haber compartido la vida con ella”. Lo haremos.

Así que, ¿sabes?, no vamos a aprender a vivir sin ti. Has dejado tanto en el recuerdo y en el corazón de todos que seguirás viviendo siempre entre nosotros. Que la tierra te sea leve, amiga.