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Un gran viaje Un gran viaje
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Asunción Vicente

Al regresar de un viaje de vacaciones programado para disfrutar, conocer y adquirir nuevas experiencias, nos sentimos eufóricos y a la vez melancólicos. Observamos un trajín incesante en aeropuertos, estaciones y puertos marítimos, con incontables personas que se mueven de un lado a otro en todas direcciones, arrastrando sus equipajes para tomar sus destinos; una imagen que si pudiéramos verla desde un satélite se asemeja a un gran hormiguero en continuo movimiento y esto hace que me pregunte, ¿qué es lo que impulsa al ser humano a cambiar de espacio, a viajar a nuevos lugares en busca de lo desconocido?

Creo que los humanos comenzaron a emprender viajes por una razón muy importante, sencillamente sobrevivir, era necesario buscar nuevos alimentos, encontrar caza, unas mejores condiciones climáticas o un lugar que les proporcionara abrigo y seguridad, lo que implicaba moverse, así pues, en nuestra genética llevamos marcado el movimiento, la búsqueda de nuevos horizontes animados por un deseo irrefrenable de curiosidad y aventura. De esta manera es como nuestro mundo se expande, logrando la trasmisión de saberes entre distintas culturas y civilizaciones en una interconexión enriquecedora.

Grandes viajes y viajeros forjaron la historia, configuraron una geografía de contornos más o menos exactos, descubriendo no solo territorios y culturas desconocidas, además ahondaron en sus gestas e historia. Al visitar museos y bibliotecas, me admiran los mapas de otras épocas y los textos que describen lugares con todo detalle, atesorando las vivencias de los seres humanos y los entornos que habitaron, esos que ahora admiramos curiosos. A través de intrépidos viajeros, aventureros, exploradores, navegantes y mercaderes, hemos ido conociendo mundos que nunca pisamos, pero sí existieron y podemos imaginarlos; como los lugares que visitamos a la vuelta de nuestras vacaciones, que formarán parte de nosotros mismos guardados celosamente para siempre.

Alejandro Magno fue un gran conquistador, pero en el fondo un ansioso viajero en busca del Océano Exterior y los montes del Paropamisos. Ibn Batuta explorador musulmán del siglo XIV pasó su vida recorriendo África, Europa, Oriente Medio, India, Asia Central y otros lugares desconocidos, dejando testimonio de ello en forma de un relato descriptivo de las sociedades que conoció. Marco Polo mercader y viajero veneciano, es famoso por sus escritos de Asia Oriental, propiciando así que la Europa medieval conociera tierras y civilizaciones de Asia, China, Armenia, Persia, Afganistán y otras ciudades de la Ruta de la Seda, abriendo el comercio a los productos de lujo, sedas y especias, que llegaron a manos de venecianos y genoveses, convirtiendo los puertos italianos en centros de gran importancia comercial con la consiguiente riqueza que venía aparejada. Cristóbal Colón, navegante y viajero, nunca pensó que tenía ante sí un nuevo continente, pero trazó un camino de ida y vuelta que impulsó la civilización europea y el afán de conquista. Elcano, completó la primera vuelta al mundo conocida navegando hacia el oeste en una gesta sin precedentes. El Camino de Santiago abrió una ruta de peregrinación cristiana medieval a la tumba del apóstol Santiago el Mayor, un camino de fervor, hospitalidad, arte y cultura gracias a la comunicación entre peregrinos de distintas naciones.

Pero si estos viajes, incluso los actuales al espacio muestran ese deseo de cambio y curiosidad de los humanos, hay uno que sin duda fue el precursor de los viajes modernos y la iniciación del turismo actual. El denominado Grand Tour algo así como un erasmus moderno, comenzó a ponerse de moda muy a finales del siglo XVII entre la aristocracia sobre todo británica y del norte de Europa. Era importante enviar a los hijos a un periplo largo, un turismo de cultura por el viejo continente dónde adquirieran formación conociendo los países vinculados a la cultura del pasado, un viaje educacional que incluía estancias en París y Milán con su ambiente refinado, en Venecia ciudad adornada de una riqueza ostentosa, Florencia la cuna del Renacimiento y Roma, la urbe que guardaba los restos de una grandiosa y antigua civilización.

Esta experiencia debió ser para esos jóvenes del norte de Europa un choque cultural exótico a la vez que luminoso, como luego relatarían entusiasmados en sus diarios y relatos literarios. Siempre acompañados de tutores, que velaban por su seguridad y por el mantenimiento de las buenas costumbres, los jóvenes del Grand Tour como ahora nosotros, coleccionaban recuerdos de su aventura, obras de arte, retratos, incluso objetos antiguos, en un momento en el que Pompeya y Herculano estaban saliendo de nuevo a la luz y cuando la arqueología era una ciencia aún incipiente, sin control sobre los hallazgos ni autenticidad, ellos adquirían falsificaciones que lucirían orgullosos en sus casas de Inglaterra.

Artistas como Piranesi y Canaletto fueron autores de obras que pusieron de moda las vistas de Roma y Venecia. Las famosas vedute de Piranesi, más de doscientos grabados que se publicaron en 1756, con vistas de las ruinas de Roma son una acertada mezcla de realidad e imaginación cargadas de nostalgia. Estas obras rápidamente llegaron a Inglaterra a modo de recuerdos del Grand Tour y pasaron a ilustrar las primeras guías de viaje.

El prestigio del Grand Tour propició que los escritores realizaran magníficos cuadernos de viajes y el ferrocarril del siglo XIX hizo los viajes asequibles, además de rápidos. Se comenzó a viajar a Rusia, Turquía, Grecia y España aún muy desconocidas. Los estadounidenses descubrieron la vieja Europa y comenzaron sus viajes, ansiosos de una tradición cultural de la que carecían, a pesar de su rápido desarrollo económico. El Grand Tour inventó muchas de las facetas del turismo moderno, viajes de estudios, gusto por los souvenirs, intercambios culturales y paquetes turísticos con precio cerrado todo incluido, como en unas vacaciones modernas.

Nuestros tours actuales no suelen durar meses ni años, son cortas vacaciones, no vamos tras alimentos ni caza, pero sentimos el mismo anhelo de cruzar límites, el deseo de aventura y también la necesidad del retorno cargados de vivencias y emociones.