Síguenos
Despropósito en las aulas Despropósito en las aulas

Despropósito en las aulas

banner click 236 banner 236
Juan Vicente Yago

Entra el despropósito en las aulas. La enseñanza, en su funcionamiento y en su concepto, adquiere un tono absurdo que no había tenido en mil años.

La instrucción de niños y adolescentes ha colapsado sobre un centro morboso hecho de complejos o delirios de grandeza. Los grupos desdoblados -esto es, partidos por la mitad para que sean más fáciles de manejar-, que se componen de alumnos distintos y tienen profesores distintos, deben hacer las mismas actividades y los mismos exámenes, y utilizar métodos de aprendizaje idénticos.

Todo programado, tabulado, esquematizado e inamovible; sin espacio alguno para la improvisación; sin una sola rendija que deje paso al carácter del profesor. Es la nueva tendencia, el procedimiento de moda, que predica diversidades y practica rigideces; que intenta la cuadratura del círculo, el más difícil todavía de atender las diferencias entre alumnos aherrojando a los docentes.

Ha fenecido para siempre la probada verdad que asigna un librillo a cada maestrillo; se ha dado un portazo al personalísimo albedrío de cada profesor; se ha esclerotizado el aprendizaje para cargar a todos los profesionales con la misma tarea, con el fardo ímprobo y estéril de la programación, el registro de sesiones y la tutoría mecánica, repetitiva y enervante.

Ya está bien de buena vida; se acabaron las vacaciones opíparas, el horario abreviado y la discrecionalidad. Y no penséis que os librará lo innecesario, estrambótico, entorpecedor o fuera de lugar de los cometidos que os imponemos: habréis de cumplirlos porque sí, a la fuerza y sin rechistar.

Nadie busca, ingenuos, el “éxito académico” de vuestro alumnado; la cosa no va de resultados ni de informes pisa: el objetivo es acabar con los privilegios del oficio, dar curso a la envidia popular, haceros llevar cadena gorda como los demás.

A partir de ahora vais a comer, como todo quisqui, rancho de presentismo; vais a pasar los atardeceres en el centro y los anocheceres en casa, llenando cartapacios que recogerán el polvo del archivo; tendréis la mente ocupada con salvedades, insignificancias y tiquismiquis; contrarrestaréis a fatiga limpia el desinterés de los chavales; perderéis el tiempo libre, digeriréis mal, dormiréis peor y empezaréis a sudar lo que no sudasteis antes.

La enseñanza será un despropósito, sí; pero, ¿a quién le importa eso? Lo señalado, lo significativo, lo trascendental es que vosotros trabajaréis de lo lindo.