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Nuria Andrés

A medida que una va aumentando en edad se da cuenta de todas las enseñanzas que dejaron las derrotas. Incluso aceptas que tuvieran sentido. En ese momento, los fracasos son “cosas de la edad”. Esta semana, conocíamos que el Gobierno plantea rebajar a los 16 años la edad permitida para votar y lo cierto es que, la gente, sobre esta medida, esté a favor o en contra, opina, mayoritariamente, que a los 16 años, una persona no es lo “suficientemente madura” para votar. 

Sí se les considera, por ende, “suficientemente maduros” para trabajar, dejar los estudios o incluso decidir sobre la interrupción del embarazo, pero no para elegir el partido político que les represente. Lo cierto es que plantear este debate como una cuestión de madurez es, a mi juicio, totalmente desacertado. Claro que a los 16 uno no tiene la madurez que requiere esta sociedad, pero dudo que a los 18 sí la tengas o que a los 16 años tú hayas decidido libremente empezar a trabajar y no sea una decisión condicionada por la presión de un contexto económico precario o, precisamente, por una falta de madurez que hace tomar la decisión más inmediata. Lo que no se puede exigir a un adolescente es que sí pueda formar parte del sistema productivo de este país pero que, a la vez, no tenga poder de decisión en las políticas que rigen su horario, salario y condiciones laborales. 

Sobre esta medida pedían, desde una parte del Gobierno, que fuera acompañada de talleres en las escuelas para acercar la clase política a los jóvenes. Reconocían así que existe un miedo de que la desconexión entre los chavales del instituto y las medidas que se toman en la carrera de San Jerónimo sea real. Ahí es donde sí tiene que actuar el Gobierno, porque quizás un chico de 16 no mete en la urna la misma papeleta que con 40, quizás se arrepienta luego de haber elegido a ese candidato, pero de lo que sí es capaz una persona de 16 años es de aprender qué modelo económico propone cada partido y qué derechos laborales defiende cada uno. Conocimiento útil en todas las etapas de la vida.