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¿Cuándo me he comido yo esta magdalena? Comer emocional ¿Cuándo me he comido yo esta magdalena? Comer emocional

¿Cuándo me he comido yo esta magdalena? Comer emocional

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Por Miriam Pitarch Rambla

Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. En el artículo de esta semana hablaremos sobre el comer emocional.

Carmen estudia por las mañanas derecho en la universidad, a su vez, compagina sus estudios con un trabajo de camarera a media jornada. Comenta que, por las noches, al llegar a casa va directa a la cocina y cuando se quiere dar cuenta ya se ha comido algún que otro alimento que tenía por la despensa: “anoche entré en la cocina y de repente, solamente tenía el envoltorio de la magdalena en la mano y pensé ¿yo cuando me he comido esto?”

Es posible que a alguno de vosotros o alguna vosotras le cueste comprender cómo Carmen puede llegar a tener ese comportamiento tan automático. Quizás otros, os podéis llegar a sentir identificados con ella de alguna manera. Es por ello por lo que hoy pretendemos intentar ampliar vuestros conocimientos sobre este tema, para así comprender un poco mejor el motivo por el cual le puede estar ocurriendo esto a Carmen.

Para empezar, me gustaría que os hicierais esta pregunta… ¿Cómo os sentís cuando coméis vuestro alimento preferido? Quizás alguno puede que sienta placer, relajación, paz o quizás otros lo relacionéis con otras emociones agradables. Esto se debe a que cuando ingerimos alimentos que nos agradan, liberamos una serie de hormonas que nos generan ese estado de bienestar. En algunas ocasiones, es este el estado que pretenden conseguir aquellas personas que presentan comer emocional.

El comer emocional consiste en una estrategia que utilizan algunas personas como método para gestionar y afrontar algunas emociones. Normalmente, tienden a utilizar esta estrategia para hacer frente a aquellas emociones que le generan malestar.

Es relevante destacar que dichas emociones pueden variar de una persona a otra: mientras que a una persona le puede resultar difícil gestionar la ansiedad o la tristeza, quizás a otra le resulte más complicado gestionar la euforia o el asombro.

Si nos centramos en la base del mecanismo, este método funcionaria del mismo modo que otras estrategias disfuncionales de gestión emocional, como, por ejemplo, el consumo de sustancias o las autolesiones. La persona, en un intento de evadirse de aquella emoción que le genera malestar o que le desborda, empieza a comer para que así esta desaparezca.

En un primer instante el hecho de comer, le ayuda a liberarse de aquella emoción que

tanto le pesa y, a su vez, le permite sentir cierto estado de relajación o placer. El problema se encontraría cuando nos centramos en lo que ocurre más adelante, pues una vez se pasan los efectos de la relajación, las emociones de las cuales había intentado huir vuelven incluso con más intensidad, así como es posible que aparezcan otras nuevas, como podría ser la culpa, la cual tiende a ser frecuente tras este tipo de ingestas.

Si bien es cierto que, a pesar de que dicha culpabilidad no les agrada, e incluso aún sabiendo que su comportamiento no es del todo “saludable”, es muy probable que la persona cuando en un futuro vuelva a sentir alguna emoción que le desagrada, recurra de nuevo a esta estrategia de evitación. El hecho de que repita el patrón conductual se debe a que técnicamente, aunque no sea del todo eficaz, a la persona sí le está ayudando, pues le permite desprenderse de dicho malestar con las estrategias que ella sabe, aunque sea por un rato.

Cuando nos referimos a las estrategias que ella sabe, estamos hablando del aprendizaje que ha hecho esa persona sobre cómo se puede hacer frente a las emociones. En algunas ocasiones, dichas estrategias se adquieren a través de un aprendizaje vicario, es decir, a través de la observación, pues es posible que la persona esté repitiendo el patrón que utilizaba alguno de sus progenitores cuando tenía emociones que le desagradaban, o quizás es posible que lo haya aprendido a través de la televisión, al observar en alguna que otra ocasión como tras una ruptura, la chica se sentaba frente al sofá a comer helado de chocolate mientras lloraba.

Independientemente del motivo por el cual la persona haya llegado a adquirir ese aprendizaje, es relevante destacar que no solamente no es que no sea una buena estrategia para enfrentar las emociones, sino que puede llegar a repercutir en otros aspectos como pueden ser las señales de hambre y saciedad. Al comer por diversos motivos que van más allá de las necesidades fisiológicas, la persona acaba presentando dificultades para diferenciar cuando tiene hambre real y cuando emocional, mermando así su capacidad para saber cuándo realmente su cuerpo debe iniciar la ingesta. Algo similar ocurriría con la saciedad, pues la persona en un afán de intentar de dejar de sentir la emoción seguiría ingiriendo un alimento tras otro, sin escuchar esa saciedad, que es probable que ya estuviera apareciendo.

Para finalizar, me gustaría que reflexionárais sobre cómo soléis gestionar vosotros y vosotras las emociones, y cómo os influye tanto a corto como a largo plazo. Es importante que aquellas estrategias que utilicéis os ayuden a identificar, escuchar, entender a la emoción, pues estas serán las que os permitan gestionarlas de un modo eficaz. En el caso de que detectéis lo contrario, o que os sintáis identificados con Carmen de algún que otro modo, podéis pedir ayuda, estamos aquí para acompañaros.