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El cuerpo habla cómo volver a conectar(nos) El cuerpo habla cómo volver a conectar(nos)

El cuerpo habla cómo volver a conectar(nos)

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Grupo Psicara

Por Berta Maté Calvo

Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. Como si de la concha de un caracol se tratara, nuestro cuerpo es la casa que habitamos. Y por ello, en el artículo de hoy, vamos a dar al cuerpo el protagonismo que requiere.

Los pilares de la relación cuerpo-cerebro se forman en los primeros años de vida. Un bebé, que es completamente dependiente de sus figuras de apego (generalmente, los padres), llorará sin entender por qué y sin poder hacer nada para calmarse. Por ello, el adulto deberá adivinar, a través de la lectura que haga del bebé, qué es lo que le pasa. Entonces, procederá a darle un biberón, ayudarle a eructar o acunarle para dormir, en función de cuál sea la necesidad. Aquí empieza a crearse la relación que el individuo hace entre las señales más primitivas de su cuerpo (hace frío y por eso lloro) y lo que necesita para atenderlas (calor, cobijo, los brazos de un cuidador). Esto ayudará, con el paso de los años y la evolución de las necesidades, a que el niño o adolescente aprenda a saber qué le ocurre (¿tengo hambre o estoy nervioso por un examen?).

Aquellas personas que hayan crecido en un entorno donde apenas existía la transmisión de calidez y afecto a través del contacto físico (caricias, abrazos, etc.) es posible que encuentren más dificultad para desarrollar una relación positiva con los mensajes del cuerpo. Y ¿por qué es esto un problema? Porque si no somos conscientes de lo que necesita nuestro cuerpo, no seremos capaces de cuidarlo.

Por ejemplo, si normalizas que tu respiración vaya acelerada y tus músculos estén en tensión, seguirás cargándote de trabajo en la oficina. O si no consigues diferenciar la sensación de hambre de la sensación de nerviosismo, es posible que comas con la intención de calmar una señal que significa otra cosa.

“Escuchar” la información que nos llega del cuerpo

Conectar con nuestras sensaciones corporales habitualmente, no solo cuando son extremas o “nos chillan”, es interesante por varias razones. Nos permite:

-Regular las emociones:

“Noto un vacío en el estómago cada vez que tengo que hablar con mi jefa, lo mejor será que salga a la calle a despejarme y llame a mi pareja para compartirlo con alguien”.

-Entender algunas cosas:

“Si cada vez que me reúno con mi jefa noto este vacío, puede ser que me esté sintiendo evaluada o presionada”.

-Desarrollar intuición:

“Intuyo que si aprendiese a establecer límites con mi jefa y pudiese expresarle con educación lo que pienso, esta sensación desaparecería”.

-Recordar:

“Cuando iba al instituto y tenía que examinarme de matemáticas, notaba exactamente el mismo vacío en la boca del estómago”.

-Conectar con otras personas:

“Puedo llamar a una buena amiga para pedirle consejo y sentir su compañía”.

Cuando la conexión con el propio cuerpo es una tarea pendiente.

Desafortunadamente, no todas las personas poseen la misma facilidad para mantener esta conexión con su cuerpo. Hay algunos escenarios que lo dificultan, por ejemplo, atravesar situaciones con un alto impacto emocional, especialmente si se genera un estado de estrés crónico. En estos casos, puede haber una activación de sistemas defensivos de nuestro cerebro que nos advierten de peligros y que nos incitan a la lucha, la huida o a quedarnos paralizados. Si tras vivenciar una experiencia traumática el sistema de alerta queda activado, la detección de amenazas constante conducirá a la persona a un estado de desgaste muy elevado y de “acumulación” emocional, que, seguramente, acaben repercutiendo en su cuerpo. Estas repercusiones las habremos escuchado bajo el nombre de problemas gastrointestinales, como el síndrome de intestino irritable; alteraciones de la piel, como psoriasis; dolor crónico, tales como cefalea, migraña, etc., entre otras.

Si tenemos problemas físicos y nos resistimos a reflexionar sobre cuestiones emocionales, podemos estar buscando soluciones exclusivamente médicas que tendrán escasos resultados o poco duraderos. Cuando analizamos lo que nos ocurre físicamente, hemos de entendernos como un todo interrelacionado, donde se deben abordar pensamientos, emociones y sensaciones físicas.

Al inicio del artículo veíamos que la manera en la que fuimos cuidados se convierte en la referencia de cómo lo haremos más adelante, pero la buena noticia es que, una vez que crecemos, tenemos la oportunidad de cuidarnos de otra manera. Como adultos que somos podemos aprender. Esto implica un acto de responsabilidad, puesto que ya no será suficiente con señalar cómo los cuidadores lo hicieron, sino que será momento de tomar cartas en el asunto y hacer cambios.

Abrazar al cuerpo.

Hay autores que señalan que el trabajo psicoterapéutico con el cuerpo gira en torno a dos aspectos: el primero, reconocer el propio cuerpo (tomar conciencia de él y de sus sensaciones); y el segundo, entender lo que nos quiere decir (dar sentido a los síntomas que el cuerpo expresa).

 Para empezar, aquellas personas que se encuentren muy desconectadas de su cuerpo, podrían intentar notar ciertas sensaciones corporales. Al principio, puede que sean costosas de describir: “no noto nada” o “noto algo aquí”, pero una vez que se esté más familiarizado, esta información se volverá más rica y podrá relacionarse con emociones, situaciones o vivencias. Pero, por el momento, toca aprender a sentir.

Otro ejercicio que facilita la reconexión corporal consiste en parar un minuto y “escucharse por dentro”. Para ello, debemos notar la respiración y atenderla, observando si es rápida o lenta, si es ágil o si supone un esfuerzo, si es profunda o superficial. Más adelante, cuando la consciencia corporal esté más desarrollada, la persona podrá nombrar lo que siente: la presión, el calor, la tensión, el hormigueo, la sensación de vacío, etc. 

Desconozco, lector, si es la primera vez que reflexionas sobre esta cuestión, si has empezado a dar tus primeros pasos en el cuidado de tus sensaciones corporales o si eres un practicante experimentado de yoga con una alta consciencia corporal. Sea cual sea el punto de partida en el que te encuentras, ten presente que la historia de vida de cada persona es diferente y esto provoca que no todos nos situemos en la misma casilla de salida, así que, en el proceso de reconexión con tu cuerpo, el ritmo lo marcas tú. Trata de no hacer comparaciones, intenta focalizarte en tus mejoras y recuerda que, durante el proceso, también hay retrocesos. Todo es avance. 

 Sentí sobre mis brazos dulces nidos, acariciar de alas,

y sentí mil abejas campesinas que en mis dedos zumbaban.

¡Tenía una colmena de oro vivo en las viejas entrañas!

Federico García Lorca / Los Planetas

Referencias bibliográficas: 

Del Río, L. y González, A. (2021). Cuando el cuerpo habla: Un abordaje integrador del trastorno conversivo. Ediciones Paidós.

Malchiodi, C. A. (2022). The body holds the healing. Psychology today.

Van der Kolk, B. (2014). El cuerpo lleva la cuenta: Cerebro, mente y cuerpo en la superación del trauma. Eleftheria.

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