

Por Noelia Ferrer, psicóloga de PSICARA
Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. En el artículo anterior hablamos de la magia de la comunicación y de la importancia de darle la forma adecuada a la información para que el mensaje llegue y se comprenda. Hoy vamos a ver claves para que el mensaje también llegue “a buen puerto” cuando nos exponemos a hablar delante de otras personas.
Blanca está en un grupo, tiene que presentarse y siente cómo le “entra mucho calor”, le sudan las manos, su respiración se acelera y no sabe bien qué decir. Además, cuando termina la intervención, piensa: “Jo, qué mal lo he hecho, hubiese podido decir algo más”. Una sensación desagradable por la que, posiblemente, todas las personas hemos pasado. Todos podemos ser Blanca: participando en un grupo de terapia, como asistentes en una escuela de familias, en una reunión de trabajo o en una actividad de ocio, entre muchas otras situaciones. Hablar en público va más allá de dar una ponencia delante de 200 personas.
Para Blanca sería muy útil entender sus sensaciones corporales y poder estructurar su discurso, además de darse un refuerzo al final de la intervención. De esta forma, con la práctica, aumentaría la confianza en estas situaciones. ¿Cómo hacerlo? ¡Vamos allá!
Empezamos por el manejo de la respiración. Una respiración profunda y diafragmática es fundamental para mantener la calma antes y durante la exposición. Para el resto de sensaciones corporales, nos puede venir bien llevar una botella de agua, tener un bolígrafo entre las manos, etc. También es relevante el manejo de los pensamientos: identificar pensamientos negativos como "voy a cometer un error y todos se reirán", “no tengo nada que aportar” o “los demás se explican mejor que yo”. Después de identificarlos, se pueden buscar formas más realistas y constructivas de hablarse a uno mismo, por ejemplo: "Es normal cometer errores”, “los demás no me están juzgando tan duramente como yo pienso", “tengo derecho a poder preguntar”, “quizás otras personas se pueden sentir identificadas conmigo” o, simplemente, “voy a intentarlo”.
Para conseguir que Blanca se sienta más preparada, puede practicar el mensaje o estructurar el discurso, dejando cierta flexibilidad. La improvisación puede generar más malestar, por lo que la preparación y la planificación puden servir de utilidad. Para ello, nos puede ayudar escribir lo que queremos transmitir. La escritura es una gran herramienta para ordenar información y coger perspectiva de la situación. En esta línea, el objetivo puede ser enfocarse más en el mensaje que en uno mismo. A veces, el miedo proviene de la preocupación sobre cómo nos perciben. Fomentar un cambio de enfoque hacia el contenido que se está compartiendo y cómo puede beneficiar o interesar al resto puede disminuir la preocupación sobre la propia imagen.
En el ejemplo de Blanca, cuando termina la intervención, sus palabras hacia ella misma son bastante críticas. En ese momento, necesita reforzar de forma positiva la conducta y el esfuerzo que ha hecho. Reconocer y celebrar los logros después de cada presentación, por pequeña que sea, refuerza la autoconfianza. Si somos personas a las que nos cuesta ver ese lado positivo, podemos pedir alguna opinión constructiva al resto de personas presentes que nos ayuden a elaborar un discurso más amable con nosotras mismas o imaginar que cosas buenas le dirías a un amigo si hubiese hecho la misma intervención.
¡No nos olvidemos de la parte no verbal! La postura y los gestos influyen en la percepción del orador y en cómo este se siente. Mantener una postura abierta y relajada transmite confianza. El contacto visual con el resto de miembros también es clave para crear conexión y mostrar seguridad. Trabajar la modulación de la voz, evitando hablar demasiado rápido y haciendo pausas adecuadas, no solo mejora la claridad del mensaje, sino que también ayuda a controlar la ansiedad.
En el amplio mundo de hablar en público, una de las claves es la exposición gradual: comenzar con pequeños grupos de confianza e ir aumentando el número progresivamente. Cuanto más se practique, más seguridad se percibirá al hablar delante de otras personas. Al integrar estas estrategias, se puede aumentar la autoconfianza y mejorar el desempeño. Además, con el tiempo, el miedo disminuye a medida que la persona se siente más preparada y capaz. Y a veces todo esto empieza con un “voy a intentarlo”.